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“La construcción debe pasar a un modelo de eficiencia energética y sustentabilidad”

07/07/2016 | ARGENTINA | Medio Ambiente | 1086 lecturas | 123 Votos



Entrevista con el especialista en arquitectura sustentable, Jorge Czajkowski




La demanda energética de los edificios argentinos podría reducirse con facilidad entre un 30% y un 50%, según la visión del investigador Jorge Czajkowski. De cara al futuro, cree que sólo hace falta decisión política para que las viviendas mejoren sus niveles de eficiencia e incluso generen toda la energía que necesitan.

Ante el agotamiento progresivo de sus recursos fósiles convencionales, la Argentina ha vuelto a importar gas y petróleo. Las principales reservas hidrocarburíferas que hoy se encuentran disponibles son no convencionales, cuyo superior costo de extracción impacta en las facturas de los consumidores. En este contexto, Jorge Czajkowski, docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) e investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), considera que ni la economía del país ni la de sus ciudadanos pueden continuar con el modelo de construcción del hábitat iniciado con la Ley de Obras Públicas 13.064.

“Hay que pasar a un modelo basado en la eficiencia energética y la sustentabilidad para nuevas construcciones o las que se remodelen”, asegura el director del Laboratorio de Arquitectura y Hábitat Sustentable (LAyHS) de la FAU perteneciente a la UNLP.
En términos energéticos, indica, fácilmente puede reducirse entre un 30% y un 50% la demanda de energía en el funcionamiento de edificios y los conjuntos de ellos. Y luego puede alcanzarse un 80% de reducción con inversiones significativas (sólo justificables –por el momento– en ciertos edificios energointensivos).

“Más allá del 80% ingresamos a lo que se conoce internacionalmente como ‘edificios de baja energía a energía plus’. Teniendo en cuenta su costo de construcción por metro cuadrado (m²), esta categoría debe aplicarse sólo a edificios seleccionados que sirvan de modelo de enseñanza/aprendizaje a profesionales y empresas. Dada mi experiencia con un ‘edificio de baja energía a energía plus’ elaborado por convenio para la firma Saint Gobain, estas iniciativas pueden proyectarse, pero luego no hay quien las materialice o incluso cotice su construcción”, puntualiza.

Según sus palabras, los profesionales y las empresas aún no comprenden las dificultades técnicas a enfrentar en estos edificios de muy alta eficiencia, pero con el conocimiento actual y un programa consensuado entre el Estado y el sector privado sí es posible reducir a la mitad la demanda de energía. “Vale aclarar que el sector de la construcción impacta de manera directa en el 35% de la demanda de energía primaria en el país. Si sumamos a los sectores urbanos y a las empresas que producen materiales de construcción, este valor supera el 50% del total”, apunta.

Czajkowski: “Los profesionales y las empresas aún no comprenden las dificultades técnicas a enfrentar en edificios de muy alta eficiencia, pero con el conocimiento actual y un programa consensuado entre el Estado y el sector privado es posible reducir a la mitad la demanda de energía”

¿Qué grado de avance registra la disciplina a nivel global?, preguntamos a Czajkowski.

La arquitectura sustentable ha tenido continuos avances aun antes de que tuviera este calificativo, ya que procede de una corriente de pensamiento centrada en el respeto a la naturaleza impulsado por sectores progresistas de la sociedad en Occidente. Sus construcciones las calificaría de baja tecnología, sobre la base del uso de materiales naturales de baja industrialización, que deviene en bajas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en el cuerpo de las edificaciones.

La segunda corriente, iniciada en los años 30 del siglo XX, germinó principalmente en Estados Unidos. Promovida por sectores académicos y denominada “arquitectura solar, bioclimática, pasiva”, llevó a la creación de asociaciones internacionales (que reunieron a arquitectos, físicos, ingenieros, economistas y tecnólogos motivados por la crisis del petróleo del 70) y permitió la aparición local de la Asociación Argentina de Energías Renovables y Ambiente (ASADES) en 1974.

Lamentablemente, estas ideas no impactaron en la sociedad, la política y la economía de nuestro país, donde siempre se mantuvo la errónea creencia de que no necesitábamos ahorrar o ser eficientes por ser ricos en recursos.

En los 90, con la consolidación de las Conferencias de Cambio Climático impulsadas por las Naciones Unidas (COP 1 a 21) y la implementación de las políticas del Partido Verde en Europa, fueron aumentando las presiones sociales sobre el mercado. Se generó una gran innovación tecnológica, la sociedad estuvo dispuesta a pagar algo más por productos y servicios sabiendo que su consumo era sostenible, y el Estado y algunas empresas comenzaron mostrarse amigables con el ambiente en lo que denominaron “Responsabilidad Social Empresaria”.

El caso de Estados Unidos es netamente diferente, ya que fue iniciador de prácticamente todos los movimientos que avanzaban o retrocedían al compás de gobiernos demócratas o republicanos. Dada la independencia de cada Estado, puede describirse una actitud favorable a la sustentabilidad en California y un orgullo nacionalista promotor del derroche en Texas. La Presidencia de Clinton instalaba colectores solares en la Casa Blanca, y luego los Bush los desmantelaban y arrasaban los parques nacionales para crear campos petroleros. Hace un quinquenio, al ver que China iba a convertirse en primera potencia económica y de emisiones nocivas, el país volcó sus esfuerzos en invertir en sustentabilidad.

Cada nación posee su modelo económico, social y productivo, y es muy difícil imponer una estrategia global. Sí pueden impulsarse metas globales, junto con recursos económicos para sustentabilizar el hábitat, las cuales debieran ser más importantes en los mayores emisores (Estados Unidos, China y la Unión Europea).

Czajkowski: “Cada edificio está en condiciones de minimizar la demanda y generar en sus tejados más de los requerimientos anuales, incluso recargando vehículos eléctricos. Sólo hay que tomar la decisión política de querer hacerlo”
 
¿Dónde se han implementado los modelos más exitosos hasta ahora?

Un modelo dependiente de centrales, redes de distribución y consumidores cautivos fue desarrollado por J.P. Morgan al financiar el servicio eléctrico para Nueva York, con los aportes técnicos de Edison, Tesla y Westinghouse.

Asimismo, Alemania muestra un modelo alterno donde se hibrida el ejemplo de Morgan con la generación distribuida: cada consumidor decide anualmente su canasta de generadores y paga la provisión del servicio a la empresa eléctrica (que además le descuenta lo que se genera en cada edificio o vivienda). Los domicilios cuentan con plantas de tratamiento de aguas grises y negras, y biodigestores conectados con la red. Así, todos aportan algo al sistema a fin de depender lo menos posible del territorio.
 
Y los materiales de construcción tienden a ser naturales, con mínimo proceso industrial, y vienen etiquetados para conocer su contenido energético y nivel de GEI.

En definitiva, el mundo posee el conocimiento y la experiencia para convertir las ciudades en independientes del territorio a la hora de proveerse de energía. Las energías renovables no solamente pueden energizar nuestros vetustos sistemas interconectados de alta tensión, sino que cada edificio está en condiciones de minimizar la demanda y generar en sus tejados más de los requerimientos anuales, incluso recargando vehículos eléctricos. Sólo hay que tomar la decisión política de querer hacerlo.

Fuente: Revista Petroquímica

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