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Famatina, de la siesta serena a la batalla por el medio ambiente

23/12/2015 | ARGENTINA | Medio Ambiente | 1285 lecturas | 168 Votos



Cuenta la leyenda que, a fines del Siglo XVI, el conquistador español Juan Ramírez de Velasco andaba a la búsqueda del oro de las sierras de Famatina y que, mal asesorado, equivocó el lugar por más de 200 kilómetros y por eso fundó la ciudad de La Rioja, hoy capital provincial, en una zona sin riquezas minerales.




Velasco, si la historia es así, fue apenas el primero: desde entonces, el oro del Famatina ha sido objeto de deseo de cuanto extranjero buscó hacer negocios en la región. Más de cuatro siglos después el metal es tan esquivo como lo fue para el enviado de la Corona: durante los últimos diez años, gigantes mineros multinacionales fueron derrotados por la feroz resistencia de un pueblito riojano de 3.500 habitantes que está al pie de los cerros, en el que es más fácil que a uno le interrumpa la siesta el ladrido de un perro o el cacareo de una gallina que el motor de un auto.

El cordón del Famatina tiene tantos colores que abruman: verde, beige, gris, rojo, bordó, turquesa, blanco, marrón, amarillo ... Montañas abajo, el pueblo valora lo que tiene e hizo una bandera de la consigna “el Famatina no se tocaâ€.

Así, desde 2006 –con cortes de rutas, manifestaciones y acampes— consiguió que se fueran por el mismo camino que habían venido cuatro mineras que habían llegado con la seductora promesa de aportar inversiones y puestos de trabajo: las canadienses Barrick Gold y Osisko Corporation, la china Shandon Gold y la salteña Midais.

¿Cuál es la razón de tanta resistencia? La mayoría de los pobladores dicen que se trata, apenas, de preservar el lugar en el que pretenden seguir viviendo. Hasta que las primeras camionetas de las mineras se dejaron ver por Famatina, nadie en el pueblo tenía mucha idea de en qué consistía el proceso extractivo moderno. Algunas mujeres buscaron entonces información y, alarmadas, comenzaron a agitar la paz pueblerina. En Famatina –explicaron a sus vecinos- no se abrirían socavones en la montaña para que los mineros buscaran las vetas del mineral a punta de pico y pala.

La cosa sería brutal: se volaría el cerro con explosivos y las toneladas de roca resultantes serían sometidas a un proceso para separar los minerales, que se llama lixiviación e incluye la utilización de grandes cantidades de cianuro y otros químicos, mezclados con millones de litros de agua. La cuestión del agua puso en pie de guerra a los famatinenses. No hay que ser un experto para comprobar que se trata de un bien escaso en la región: el puente construido sobre la ruta que une al pueblo con la ciudad de Chilecito pasa en estos días –como durante la mayor parte del año- sobre el lecho ancho y fantasmal de un río seco.

Un puñadito de personas conformó la asamblea ambiental de Famatina en mayo de 2006, cuando personal de Barrick llevaba un tiempo trabajando en la montaña. Pronto llegó el primer piquete, sobre el camino de acceso al yacimiento La Mejicana, explotado por última vez hace casi 90 años, con métodos extractivos que hoy resultan casi artesanales.

“Pensábamos que íbamos a cortar por dos días –se acuerda Carina Díaz Moreno, profesora de educación física y referente de la asamblea- porque suponíamos que no nos iba a dar el cuerpo para aguantar. Sin embargo, los dos días se convirtieron en dos semanas, las dos semanas en dos meses y los dos meses en dos añosâ€. Los cortes se convirtieron así en el pan de cada día en Famatina, a medida que pasaron Barrick, Shandon Gold, Osisko y, últimamente, Midais, cuya salida fue anunciada este mes por el gobernador riojano electo, Sergio Casas, por “falta de licencia socialâ€, después de que una protesta fuera disuelta por la Policía con balazos de goma que dejaron varios heridos, entre ellos un diputado nacional.

La represión ha sido común durante los conflictos, en un pueblo que se endureció con la violencia y en el cual los asambleístas no se quedaron atrás: hasta agarraron a patadas a un diputado provincial que formaba parte de una comitiva liderada por el gobernador Luis Beder Herrera, quien pretendía contar las bondades de la minería a cielo abierto.

Beder — oriundo de Campanas, un pueblo del mismo departamento de Famatina- ha tenido un recorrido pintoresco a través del largo conflicto. A comienzos de 2007, cuando era vice del gobernador Angel Maza, aseguró que para él el medio ambiente era “una cuestión de Estadoâ€. Entonces, promovió la destitución de Maza, a quien acusó de haber “escondido†el contrato con Barrick, y promovió la sanción de una ley que prohibió la minería a cielo abierto en la provincia. Una vez legitimado como gobernador por los votos, se arrepintió, hizo derogar la ley e intentó convencer a los famatinenses de que la zona “no tiene otra posibilidad para desarrollarse que la mineríaâ€.

Así, lo que empezó como un conflicto ambiental se convirtió en uno político, como lo reconoce el intendente de Famatina. “Durante mi primer mandato, yo fui el niño mimado de Bederâ€, cuenta Ismael Bordagaray, quien relata la ruptura: “Pocos días después de que ambos fuimos reelegidos, en 2011, me pidió que no me involucrara más con los asambleístas. Yo le dije que ellos son mi familia, mis amigos y mi pueblo. Desde entonces no me habló más y no mandó más fondos provinciales a la municipalidadâ€. Los famatinenses, entonces, vendieron cabras y gallinas, porque la intendencia no tenía ni para ponerle gasoil al camión que recoge la basura. Desesperado, Bordagaray se encadenó en el frente de la Casa de Gobierno provincial y el escándalo obligó a Beder a devolver al pueblo los fondos provinciales.

Parece demasiado para Famatina, que sigue siendo un pueblo serrano con más calles de tierra que asfalto, donde la mayor parte de los habitantes vive del empleo público o de lo que producen sus campitos, que raramente superan las cinco hectáreas, donde crecen nogales y se crían cabras, ovejas, pavos y gallinas.

Debajo de la superficie, sin embargo, algo está roto. “Cuando vienen las mineras, la contaminación social llega antes que la ambientalâ€, se lamenta el padre Omar Quinteros, cura párroco del pueblo. “La hemos padecido –agrega- y la seguiremos padeciendo por mucho tiempo. Hay posiciones irreconciliables en los ámbitos familiares. O personas que han sido amigas desde niñas, que se han criado juntas, y están enfrentadasâ€.

Cuando el cura cuenta esto, resulta difícil no pensar que es una exageración. Un rato más tarde, sin embargo, se podrá comprobar que dos ex compañeros de colegio no se dignan saludarse cuando se cruzan en la única hostería del pueblo, porque la minería los separó.

Quienes apuestan a la minería coinciden en que ha habido una fractura, pero señalan como principal responsable, justamente, al padre Quinteros. “Debería ser un mediador de la paz social. Lo que ha hecho, en cambio, es echar leña al fuegoâ€, lo ataca Jorge Granillo, concejal electo por el Frente para la Victoria, quien está convencido de que los que se oponen a la minería “están mal informadosâ€.

Quinteros llegó a Famatina en 2007 e inmediatamente se embanderó con la causa ambiental. “He sido formado en el legado de San Francisco de Asís, patrono de la ecología y hermano universal de los criaturas. Cuando me informé sobre el método de minería a cielo abierto, supe que no puede ser inocuo. Hasta un analfabeto llega a la misma conclusiónâ€, justifica el sacerdote, cuya posición le valió que muchos fieles abandonaran las misas. Lejos de dar el brazo a torcer, aunque jura que lo han intentado seducir con dinero y con obras para la parroquia, Quinteros se enorgullece de “una lucha que ha sido desgastante pero hermosa. Pedirme que sea neutral –se sonríe- es pedirme que sea tibio. Y a los tibios los vomita Diosâ€.

Fuente: Clarín

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