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La nueva política petrolera de Brasil

06/03/2017 | BRASIL | Actualidad | 527 lecturas | 94 Votos



Amparado por una ley aprobada en octubre pasado, el gobierno de Michel Temer dio el primer paso en la nueva dirección tomada por Brasil en su política petrolera.




Bajo el acuerdo firmado dos meses atrás entre Petrobras y Total, la multinacional francesa accedió a la explotación de dos campos de la gigantesca reserva petrogasífera conocida como presal, en la plataforma marítima brasileña, y en uno de ellos la estatal brasileña pasará a controlar apenas el 10% del negocio.

Se trata del campo conocido como Lapa, de cuya explotación ya participaban la anglo-holandesa Shell, la española Repsol y la china Sinopec, del que Petrobras le traspasó a la francesa el 35%.

Parte del plan de austeridad en las inversiones del Estado, el convenio se da en el marco de la ley de desregulación petrolífera para los yacimientos submarinos más ricos, que le quitó a Petrobras la garantía de una participación mínima del 30% en todos los campos.

Ese cambio en la legislación posibilitó el Acuerdo de Alianza Estratégica que Petrobras y Total alcanzaron en diciembre y que para la estatal brasileña representa un ingreso de 2.225 millones de dólares, 1.675 de ellos “cash”.

La caída de los precios internacionales del petróleo y el haber quedado estigmatizada como la esencia de todos los males tras el escándalo de la operación Lava Jato colocaron a Petrobras en el foco de la crisis económica brasileña, con tres años consecutivos de caída del PBI, y la llegada de dinero contante y sonante pasó a segundo plano (y a menor precio) los verdaderos activos de la compañía.

Líder mundial en exploración de crudo en aguas profundas, el descubrimiento de la presal le sumó a Petrobras el desarrollo de la más alta tecnología propia; en buena medida, apoyada también en aquella garantía de llevar el mando de las operaciones de explotación. Así la producción pasó de 211.000 barriles diarios en 2011 a 2,73 millones de barriles cada jornada de trabajo en diciembre pasado.

La desregulación les abre así campo fértil a las multinacionales tras décadas de inversión e investigación sostenidos por Petrobras. Y les da respuesta ampliamente favorable a las presiones que, desde el hallazgo mismo del presal, llovieron sobre Brasilia para que aquella ley que garantizaba a su petrolera estatal el control estratégico de la explotación fuera barrida.

Las revelaciones de Wikileaks mostraron al respecto correspondencia entre el consulado estadounidense en Río de Janeiro y el Departamento de Estado, y de esa documentación se conoció información que la directora de Chevron hacía llegar a Washington en 2010: el entonces candidato presidencial opositor José Serra le hacía saber a la multinacional norteamericana que la ley “proteccionista” sería modificada si él accedía al Palacio del Planalto.

Serra sería derrotado por Dilma Rousseff aquel mismo año, y cuatro después la sucesora de Luiz Inacio Lula da Silva también se impondría a Aecio Neves. Para entonces Serra había pasado a ocupar una banca en el Senado, y desde ese lugar fue un decidido impulsor del “impeachment” que instaló al vicepresidente Michel Temer al frente del país.

Entendida como un “hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica”, la destitución de Dilma Roussef encuadra ajustadamente con la definición castellana de la paradoja: en el escenario de una megacausa judicial que tiñe de corrupción a toda la política, una presidenta insospechada de cualquier acto delictivo fue echada por una mayoría de legisladores manchados por denuncias sobre dineros mal habidos.

El nuevo rumbo en la política petrolífera explica en buena medida por qué aquella destitución es sólo “aparentemente contraria a la lógica” y, en cambio, a qué intereses respondió. (...)

Fuente: Diario Río Negro

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