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Convencionales en crisis

20/07/2017 | ARGENTINA | Actualidad | 371 lecturas | 99 Votos



Un cuadro de situación con luces y sombras




En los últimos años, ciertos temas energéticos han sido atravesados por los medios de comunicación, instalándose cómodamente en su agenda. En consecuencia, issues tales como fracking, tarifas y subsidios, autoabastecimiento y eficiencia energética adquirieron un nuevo significado dentro del colectivo social. A su vez, desde diciembre de 2015 son objetivos prioritarios dentro de la agenda de Gobierno con el fin de impulsar un proyecto productivo, eficiente, competitivo del sector y así poder superar la Emergencia Energética declarada hasta el 31 de diciembre de 2017. Tal como afirmó el presidente Macri a principio de este año, “en Argentina, se abre una etapa de futuro para la energía. 

Entre noticias auspiciosas de inversiones y beneficios para la explotación de yacimientos no convencionales y de licitaciones superadoras en las diversas Rondas de energías renovables, poco se conoce acerca del cuadro de situación de los convencionales.

Qué pasa con ellos, cuáles son sus luces y sus sombras. Hay que destacar que fueron la génesis de nuestra industria hidrocarburífera, definieron el ADN de nuestra matriz energética y fueron polos de desarrollo de ciudades (tanto del norte como del sur). Sin embargo, en este mirar a largo plazo el desarrollo de nuevas energías hemos salteado una larga línea de puntos.

En esta nueva etapa habría que investigar si el valor de estos yacimientos ha comenzado a erosionarse o a debilitarse. En principio, las compañías operadoras han bajado sustancialmente la cantidad de equipos de perforación, hay menos inversión en estos campos, muchos operarios debieron recurrir a trabajos alternativos al quedar suspendidos, e incluso algunas empresas están analizando desprenderse de yacimientos que muestran una producción declinante de crudo, conformando clústers de áreas maduras que puedan interesarles a otras operadoras, locales y extranjeras. Y así como hay círculos virtuosos, también existen los círculos viciosos. Numerosas empresas proveedoras, con amplia trayectoria en el sector, han quedado en estado de stand by, sin capacidad para reinventarse ni para poder volcar su experiencia en el área de energías renovables o del shale, porque, aunque quisieran hacerlo, no disponen de espalda para ello.

El Centro de Infor-mación Energética del Ministerio de Energía, a través de datos de MINEM, presentó las cifras del sector correpondientes al primer trimestre de 2017: “la producción de petróleo alcanzó los 7.005 Mm³, presentando una reducción del 7,2% respecto del mismo período del año anterior. La producción de petróleo de la Cuenca del Golfo San Jorge, principal cuenca del país, disminuyó 6,6% en términos interanuales, mientras que la producción de la Cuenca Neuquina, segunda en importancia, se redujo 6,9%.

La producción de gas natural, por su parte, alcanzó los 120,9 MMm³/día, aumentando 0,2% en el período en relación con el primer trimestre de 2016, y presentando incrementos interanuales en dos de las tres principales cuencas: Neuquina (+1,9%) y Austral (+0,9%), mientras que la producción en el Golfo San Jorge se redujo 4,4%”. Estas cifras poco alentadoras no hacen más que reafirmar datos del informe Petróleo y Gas. Balance de la década, perspectivas y desafíos del sector en la Argentina, elaborado por la consultora KPMG, en el que advierte que “la producción de hidrocarburos ha venido menguando desde finales de la década del 90, debido al desfasaje generado por las políticas asimétricas aplicadas a la oferta y a la demanda, lo que retrajo de manera significativa la inversión que terminó por revertir la tendencia de crecimiento en la actividad gasífero-petrolera”.

Este mismo informe sugiere que para revertir el déficit energético es necesario “desarrollar estrategias que apunten al aumento de la producción de recursos convencionales y renovables en el corto y mediano plazo, mientras continúa el desarrollo de los no convencionales, los que darán máximo rédito en el largo plazo”. Esta premisa está avalada por estadísticas elaboradas por EIA que indican que “en Argentina aún quedan por explotar más de 2.500 millones bbl de petróleo y alrededor de 370.000 millones de m³ de gas en reservorios probados convencionales; y que habría otros 2.200 millones de bbl de petróleo y 1.217 miles de millones de m³ de gas en yacimientos por descubrir”.

¿Los convencionales están en crisis?

Un punto de partida clave será definir qué es crisis. Etimológicamente, esta palabra deriva del término griego krisis y pertenece al lenguaje médico y al corpus hipocrático: la crisis es lo que permite realizar el diagnóstico.

En el caso de los convencionales, quizás la mayor dificultad para hacer el diagnóstico radica en la conjunción de conflictos de intereses políticos y económicos –tanto macro como micro–, que se pueden perfilar por lo menos en cuatro variables: precio de los commodities, costos de producción, inversiones, políticas de Estado para el sector.

Allen Brooks, asesor de múltiples compañías de servicios en yacimientos petrolíferos de Estados Unidos y Canadá, en su artículo “Enfoque a corto plazo del mercado del petróleo”, comparte esta reflexión: “El mercado del petróleo opera con la personalidad de Jekyll & Hyde: por una parte, las fluctuaciones diarias del precio del petróleo crean escenarios de vida o muerte inmediata para el futuro de la industria, un futuro que a menudo parece no extenderse mucho más allá de la próxima semana”. El mercado de los commodities es aún incierto, oscilante entre la previsibilidad o el espanto. El estudio relizado por KPMG destaca que “la desaceleración, caída y recuperación parcial de los precios internacionales de los commodities energéticos conforma uno de los hitos recientes que más han afectado a la industria del petróleo y el gas en el último tiempo. Luego de un período de cierta estabilidad de crecimiento entre los años 2003 y 2011 (sin contar la caída experimentada en 2009 debido a la crisis financiera internacional), el precio internacional promedio del petróleo alcanzó una meseta en 2012 (alrededor de 100 u$s/bbl) para luego caer a 50 u$s/bbl en 2015, a 30 u$s/bbl en enero de 2016 e iniciar un sendero de recuperación en la primera mitad de 2016 con un precio que alcanzó la media de 40 u$s/bbl”, y que en la actualidad oscila en alrededor de 50 u$s/bbl en respuesta al acuerdo de producción de los países de la OPEP. “Algo parecido ocurre con el precio del gas que, con alguna recuperación en 2010-2013, pasó de un promedio de 11 u$s/MMBTU en 2008 a cerca de 5 u$s/MMBTU en 2015 y 3,3 u$s/MMBTU en los primeros nueve meses de 2016”; registrando en mayo de 2017 3,12 u$s/MMBTU.

En Argentina, desde que el ingeniero Juan José Aranguren se hizo cargo de la cartera de Energía, planteó la necesidad de alinear gradualmente el precio del petróleo local, en promedio 20% superior a la paridad de importación, evitando decisiones drásticas que pudiesen alterar en la práctica el nivel de empleo y las finanzas de las provincias productoras. Con respecto al precio gas natural, el Ministerio de Energía busca poder contractualizar la relación entre oferta y demanda una vez que venzan el Plan Gas 1 y el Plan Gas 2 –estrategias de estímulo a la producción de gas natural que finalizan en diciembre de 2017– y el Plan Nacional de Inversiones Hidrocarburíferas Reso-lución 74/2016 –que vence en diciembre de 2018.

Sin duda, hay una decisión política de promover el desarrollo del sector, entendiendo que es uno de los pilares de la economía del país y, por lo tanto, su desarrollo es transversal a otros sectores. En el Marco del Entendimiento para la Sustentabilidad de la Industria Hidro-carburífera, autoridades nacionales junto con autoridades provinciales, entidades sindicales, empresas operadoras y compañías de servicio firmaron un acuerdo por dos años que establece condiciones laborales y compromisos de inversión para preservar la producción de todos los yacimientos convencionales de hidrocarburos de la Cuenca del Golfo San Jorge, Chubut. Seguramente, esto se replicará en otras cuencas convencionales porque en el corto plazo siguen siendo la base de producción y de caja de la industria hidrocarburífera argentina.

Estos incentivos, sumados a la estabilidad institucional y la recuperación de marcos regulatorios, forman parte de las políticas de Estado. Pero es tiempo de que el tejido social en su conjunto se comprometa para que los convencionales vuelvan a recuperar su alma y sus estándares productivos. El politólogo alemán Josef Thesing asegura que la sociedad del siglo XXI no puede seguir recurriendo a un modelo de Estado desarrollado en el siglo XVIII, sino que necesita “renovar su concepción del rol y la eficiencia del Estado. El Estado no puede solucionarlo todo y carece de fondos suficientes para llevar adelante grandes proyectos que deberían solventar los ciudadanos. Una sociedad en la que conviven individuos y Estado depende dramáticamente de valores y deberes comunes”.

En lo que respecta a las empresas, deberán invertir en tecnología de recuperación secundaria y terciaria, aun con precios de mercado deprimidos. Para ello deberán desplegar su potencial creativo al ser pioneras en esta apuesta. Hay que recordar que cuando Estados Unidos comenzó a experimentar la revolución del shale, los precios de los commodities duplicaban los actuales valores de mercado. Asimismo, se impone que las compañías sumen productividad de los empleados. Según un informe publicado por EOG Reosurces, la producción media por empleado es de 55.000 boe/año (150 boe/día). Esto no significa que deba haber despidos masivos, sino que para alcanzar cierto margen de rentabilidad las empresas necesitan capacitar a su personal para ejercer múltiples funciones. Como en los viejos tiempos, el profesional debe poder tomar decisiones in situ, sin ralentizar su accionar entre papeles y formulismos. Sin duda, este progreso amerita consensos con los sindicatos. El filósofo Cornelius Castoriadis sostiene en su libro El avance de la insignificancia que “los sindicatos contemporáneos ya no son más que lobbies destinados a defender los intereses sectoriales y corporativos de sus miembros. Ya no se puede siquiera hablar de una burocracia sindical medianamente unificada que persiga objetivos propios; el único fin de esta burocracia es su autoconservación”. En los últimos acuerdos firmados entre el Gobierno nacional, Gobiernos provinciales, empresas y gremios ha quedado en evidencia que hay voluntad sindical concreta para generar las condiciones que aseguren la sustentabilidad de la actividad, tanto convencional como no convencional. Como se enunció en un principio, el sector energético es uno de los sectores que puede aportar importantes inversiones, creando fuentes de trebajo y contribuyendo a disminuir la pobreza del país.

Como aseguró el ministro de Trabajo, licenciado Jorge Triaca, la Argentina enfrenta una situación compleja con muchas necesidades, riesgos y dificultades. Hacerlo significa transitar un sendero de cabras, por lo que hay que ser muy cuidadosos si se quiere conseguir el éxito.

Por último, queda un eslabón interdependiente dentro de la cadena energética: el usuario/consumidor. El ciudadano debe tomar conciencia del valor que tiene la energía; a partir de allí, incorporar hábitos de ahorro y de consumo eficiente.

Tal vez sea tiempo para que los convencionales también se instalen dentro de la agenda de los medios. De su desarrollo dependen empresas, empleados, finanzas provinciales y hoy carecen de visibilidad ante el protagonismo del shale y de las energías limpias.

Fuente: Revista Petroquímica

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