Tras concluir la célebre Conferencia de Yalta, en febrero de 1945, el avión de Franklin Delano Roosevelt no fue directo a Washington. Hizo escala en Egipto. A bordo del USS Quincy, un crucero estadounidense anclado en el Gran Lago Amargo, puerta meridional del Canal de Suez, lo esperaba el rey Abd al-Aziz Ibn Saud. Por primera vez, un presidente de los Estados Unidos se reunÃa con el rey de Arabia Saudita.
Cinco horas y media duró el encuentro, con un intérprete como único testigo. No hubo documento final. Tampoco registro oficial de lo conversado, solo alguna versión parcial a posteriori de William A. Eddy -designado nexo con Riad por la Casa Blanca- y una carta del propio Roosevelt, quien murió dos meses después. Desde ese momento, el Salón Oval no se apartó de la lÃnea polÃtica de la familia real a lo largo de 12 presidencias, sin importar el partido o la ideologÃa de quien ocupara la oficina. Un pacto sin firmas por el cual Washington protegÃa la soberanÃa e independencia de los saudÃes a cambio del compromiso real de reservar la explotación de los yacimientos petrolÃferos para las firmas estadounidenses.
Ya entonces quedó claro que el petróleo serÃa el insumo que dictarÃa los tiempos geopolÃticos por venir. Y asà fue. Durante décadas, el crudo alimentó guerras a lo largo y ancho del mundo, pero también un sinnúmero de conflictos internos, revoluciones, luchas fratricidas y golpes de Estado, todo teñido por una profunda e inquebrantable desigualdad. Como afirma Michael Klare en su libro Sangre y Petróleo, violencia y crudo se volvieron dos caras de un mismo fenómeno, en particular en paÃses subdesarrollados: "Lo tÃpico de estos sistemas es que las camarillas o los clanes dirigentes controlen el cobro y la distribución de los ingresos o rentas del petróleo, beneficiándose a sà mismos y a los instrumentos de la autoridad nacional -sobre todo, los militares y la policÃa-, al tiempo que ignoran o reprimen a todos los demás".
"Tanto los recursos como los sistemas energéticos pueden constituir una de las razones principales en las guerras civiles, asà como en los conflictos entre paÃses. Los oleoductos libios y los generadores de electricidad han sido campos de batalla y objetivos entre grupos enfrentados. Y, durante la Revolución Egipcia, también la energÃa representó un blanco a través de los asaltos a las lÃneas de gas y la infraestructura eléctrica, aunque no de un modo tan extenso como en Siria o Yemen", indica Paul Sullivan, profesor de la Universidad de la Defensa Nacional de los Estados Unidos. Para el especialista en Estudios de EconomÃa e Industria Energética, no caben dudas: el contrabando de combustible puede financiar insurgencias y guerras civiles. "Lo hace, a nivel global", remata.
Lo que el mundo jamás calculó ver es que una de esas insurgencias, la más feroz de todas, se convirtiera en uno de los productores y comerciantes petroleros más prósperos, controlando pozos y exportando como si de un Estado se tratase. Luego reinvirtió esos fondos en una guerra sin lÃmites y sin fronteras. La comunidad internacional lo conoció por sus siglas, más que por su nombre: ISIS.
Petroterrorismo
"TurquÃa es el principal consumidor de este petróleo robado a sus dueños, Siria e Irak", acusó el 1° de diciembre de 2015 el viceministro de Defensa ruso Anatoli Antónov, frente a un grupo de periodistas. "Los dirigentes turcos, incluido (el presidente Recep Tayyip) Erdogan, no reconocerán nada, ni siquiera si sus rostros están untados con petróleo robado. Su cinismo no tiene lÃmite."
Aunque luego terminarÃan aliados en el mismo conflicto, Ankara y Moscú se hallaban, entonces, en alianzas opuestas. Los turcos incluso habÃan derribado un avión de combate ruso, tras acusarlo de violar su espacio aéreo y no atender a las advertencias. En vez de devolver aquel golpe con fuego, el Kremlin apeló a un latigazo polÃtico, acusando al gobierno de Erdogan, y a su propia familia, de ser cómplices del enemigo global número uno.
Hacia fines de 2014, en su apogeo, el Califato llegó a controlar hasta el 60% de los recursos petroleros sirios y siete de los sitios productores de Irak. Su corazón era, en esencia, una cicatriz oblicua que surcaba los principales campos de crudo a lo largo de ambos paÃses. Se estima que un promedio de 70.000 barriles diarios eran volcados por ISIS al mercado negro a un precio menor al ya bajo costo internacional, entre u$s 26 y u$s 35 el crudo pesado. Dado que los intermediarios colocaban ese mismo barril a u$s 60 o más en destino, el negocio valÃa el riesgo. Más aún si lo que cargaban en las cisternas eran galones de crudo refinado, dado que el precio se duplicaba. En promedio, un camión transportaba hasta 150 barriles de crudo por viaje. Y hay registros de caravanas de 30 camiones atravesando las rutas del Califato. (...)
Fuente: El Cronista
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