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El carbón cede su trono a las energías renovables

09/01/2018 | INTERNACIONAL | Minería | 437 lecturas | 44 Votos



En Estados Unidos, cientos de empleados de la industria minera se adaptan al cambio aprendiendo a trabajar con torres eólicas y paneles solares




De los Apalaches a Wyoming, durante mucho tiempo la industria del carbón prometía sueldos de seis cifras sin necesidad de ir a la universidad, y de esa forma transformó somnolientos pueblos rurales en pujantes polos comerciales. Pero ahora que el Rey Carbón ha sido destronado -por el gas natural barato, la menor demanda de electricidad, y hasta por las energías renovables-, ¿a qué puede dedicarse un exminero?

En ninguna otra parte esa pregunta era más acuciante que en Wyoming y Virginia Occidental, dos Estados norteamericanos muy diferentes, pero cuyas economías dependen fuertemente de la extracción de combustibles. Con los precios de la energía estancados o en descenso, ambos Estados han perdido pobladores y registrado un magro crecimiento económico en los últimos años. En el ranking de viabilidad económica de Estados Unidos se encuentran casi al final de la lista de todos los Estados.

En 2000, más de la mitad de la energía eléctrica consumida en Estados Unidos provenía del carbón, mientras que en 2016 sólo fue una tercera parte. Ese declive explica el cambio de fortuna en Wyoming y Virginia Occidental. Miles de trabajadores perdieron su trabajo y debieron migrar, dejando atrás explotaciones mineras ociosas y comercios que debieron cerrar sus puertas. Sin embargo, ya están surgiendo nuevos negocios, que son tan diversos como las capas de roca que rodean a una veta de carbón, pero con un giro inesperado, ya que gran parte de ellos tienen que ver con las energías renovables. Y haber trabajado en la industria de los combustibles fósiles está demostrando ser un excelente entrenamiento para la nueva tarea.

En Wyoming, la región carbonífera más productiva de Estados Unidos, la filial norteamericana de un fabricante chino de turbinas eólicas ha implementado un programa de capacitación para técnicos, para anticiparse a la gran planta de energia que piensan construir. Y en Virginia Occidental, la ONG Solar Holler -“Extraer del Sol”, dice en su sitio web-está trabajando con el grupo Coalfield Development en la capacitación de instaladores de paneles solares para abastecer de mano de obra a toda esa industria. En su conjunto, y sumadas a los programas de enseñanza de programación informática y apicultura, esas medidas apuntan a facilitar la transición de los combustibles fósiles hacia energías de origen diverso, y a sortearlos desafíos que conlleva ese cambio.

Gillette Wyoming 

“No hay ninguna trampa”

John Davila tiene 61 años y trabajó más de 20 en la mina Arch Coal’s Black Thunder, en Wyoming. La empresa es un abatido titán de una industria cuya importancia en la región se hace evidente en todas partes: los carteles que le dan la bienvenida a los visitantes a Gillette proclaman: “Carbón de Wyoming: orgullosos de proveer de energía eléctrica a Estados Unidos”. Pero en 2016, Davila recibió un sobre con la notificación de despido.

Así que una mañana, Davila se encontró con otros 30 hombres y mujeres en la universidad comunitaria, para aprender cómo otra fuente de energía, el viento, también podía hacerlos sentir orgullosos. Se trataba del último de los tres seminarios organizados por Goldwind Americas, que está lista para entregar las 850 turbinas eólicas gigantes que darán forma ala nueva planta de energía del estado de Wyoming. La empresa estaba en busca de candidatos, en especial mineros de carbón desempleados como Davila, para convertirlos en técnicos de mantenimiento y operación de las turbinas.

El objetivo de ese programa de dos semanas era brindarles los conocimientos básicos del funcionamiento, mantenimiento y la seguridad de una planta eólica, sin costo para los interesados, salvo su tiempo. Quienes quisieran poner a prueba su potencial en esa nueva industria tendrían la posibilidad de treparse a una torre de 76 metros en un parque eólico propiedad de Goldwind en el estado de Montana. Y si completaban el programa de capacitación, obtendrían un certificado que les abriría las puertas de cualquier empleador que eligiesen.

“Acá no hay ninguna trampa: si no les gusto yo, o si no les gusta Golwind, está todo bien”, dijo el director ejecutivo de la empresa, David Halligan. “Se van a abrir oportunidades en todo el país”. Es un mensaje de esperanza necesario, especialmente después de que en la zona se perdieron más de mil puestos de trabajo y de que en 2016 quebraron tres grandes productores carboníferos. Pero mientras las perspectivas para el carbón son ominosas, en esta región que tiene los vientos más intensos y sostenidos del mundo, el desarrollo eólico está destinado a ser un boom. Y si bien los puestos de trabajo en la minería carbonífera a nivel nacional han caído a sus mínimos históricos en los últimos años, la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos prevé que los técnicos en energía eólica serán el grupo ocupacional de mayor crecimiento,y que se duplicará en los próximos siete años.

Aunque la mayoría de los puestos de trabajo que se perdieron se está recuperando a medida que las empresas salen de la quiebra, la incertidumbre en la industria del carbón no se disipa. “Es alarmante cuando uno ve alrededor un montón de gente que se queda sin trabajo”, dice al salir del aula Brandon Sims, de 37 años, veterano de la fuerza aérea que trabaja en una fábrica de explosivos para la industria minera. “Uno nunca sabe cuándo le va a llegar el telegrama”.

Huntington, Virginia Occidental 

Manos a la obra

Ethan Spaulding, de 26 años, dice que cuando terminó la escuela secundaria, la industria minera del carbón ya estaba muerta en su pueblo, Crum, una localidad de menos de 200 habitantes junto a la frontera estatal con Wyoming. Por eso tuvo que descartar convertirse en reforzador de techos: quien ayuda a estabilizar los techos de los túneles de la mina. “Para empezar a trabajar en la minería del carbón no hace falta ni el diploma del secundario”, dice Spaulding. “Y uno puede arrancar ganando150.000 dólares al año”. O al menos antes era así...

Spaulding está junto a las vías férreas de las afueras del pueblo, por donde pasa el carbón que sale de la región, detrás de un derruido edificio de ladrillos. El lugar se ha convertido en el centro de los emprendimientos sociales que lidera Coalfield Development, entre ellos, recuperación de edificios, instalación de paneles solar es y un programa de producción agrícola que está transformando una mina abandonada en un criadero de peces alimentado con energía solar.

Como quería quedarse en Crum, Spaulding hizo el curso de energía solar que Coalfield coordina junto a Solar Holler, y cuyos participantes tienen la posibilidad de ingresar como aprendices durante un período de dos años y medio. Ahora Spaulding es jefe de cuadrilla en el centro de capacitación, y supervisa la renovación de una de las aulas más grandes del edificio. Aunque es optimista y cree que puede ingresar en la industria de la energía solar, los puestos de instaladores páralos que estarán calificados los aprendices suelen ser de bajos sueldos: un promedio de 26 dólares la hora a nivel nacional.

Aun así, el interés es genuino. A David Ward, de 40 años, coordinar las instalaciones para Solar Holler lo ayuda a pagar la deuda de estudios que contrajo cuando decidió ser consejero en adicciones, un mercado floreciente en este Estado donde la adicción a los opioides es un flagelo. Pero Ward dice que al ser también electricista, le interesó mucho “la idea de fabricar mi propia energía y reducir el impacto ambiental”. El programa es idea de Brandon Dennisony Dan Conant, ambos de Virginia Occidental, para ayudar a que la economía de su Estado fuese más sustentable. Dennison tiene 30 años y fundó Coalfield Development en 2010, a partir de un esfuerzo de voluntariado para construir viviendas ecológicas de bajo costo. Conant tiene 32 años y había trabajado en campañas políticas, incluida la primera de Obama. Tras entrar en contacto con la industria de la energía solar, Conant llegó ala conclusión de que el uso de los paneles solares de techo,por su naturaleza individual y descentralizada, podía impulsarse combinando el enfoque puerta a puerta de las campañas políticas con el concepto fuerza de una tecnología que combate el cambio climático.

Fuente: La Nación

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