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La industria petrolera ante la caída del crudo

29/02/2016 | ARGENTINA | Noticias Destacadas | 3579 lecturas | 175 Votos



En Argentina los costos de producción quedaron por encima de los internacionales y se anticipa un largo plazo “difícil” para inversiones. En esta coyuntura, por la baja del valor en dólares el déficit energético se amortigua.




El viernes 19 y a pesar de los intentos de varios países productores por resolver la crisis, el precio del petróleo volvía a caer por debajo de los US$ 30.

El costo del barril tiene un alto impacto en la economía local. Considerado un país "con petróleo" y no petrolero, la baja del crudo representa para la Argentina una doble encrucijada.

Por un lado, para la industria local, incluyendo Vaca Muerta, los costos de producción quedaron muy por encima de los internacionales. Sin embargo, el otro costado es el déficit energético -debido a las importaciones-, que se achicó considerablemente, lo que amortigua la salida de dólares, al menos en esta coyuntura.

De todos modos, en el balance a largo plazo, el panorama de la industria petrolera con el precio del crudo actual "es difícil”, sintetiza Mariano Lamothe, de la consultora Abeceb. Al igual que otros expertos, este economista sostiene que la política energética del último gobierno fue muy mala. “No hubo una política de consumo final ni una visión a largo plazo”, sentencia.
“Estamos complicados y hay que buscarle la vuelta para pasar el temporal”, coincide el consultor especializado Daniel Kokogian. El “temporal” es el crudo a menos de US$ 30, un precio que podría subir recién en el mediano plazo, según pronostican las voces optimistas.

Ese nivel de precios complica porque el costo promedio de la producción local hoy no es competitivo. Según Kokogian, la extracción en pozos convencionales oscila entre US$ 25 y US$ 35, mientras que los no convencionales no bajan de US$ 70. “Así, la industria petrolera no es rentable”, describe.

La coyuntura energética actual puede traducirse en cifras. La Argentina dejó de producir petróleo y gas suficiente para abastecer su demanda en 2011. Compensada con importaciones crecientes, desde aquel año a la fecha en que el país desembolsó US$ 26.970 millones, según datos de la Secretaría de Energía. La cifra equivale a poco más de la mitad de las reservas récord que disponía el Banco Central en enero de 2011: US$ 52.654 millones.

Uno de los cuestionamientos coincidentes es la falta de una política energética a largo plazo, que excede por lejos lo ocurrido en la última década. No hace falta hurgar demasiado en el asunto: hacia fines de los 90, con el petróleo cotizando en promedio a US$ 15, la Argentina era exportadora neta. Desde 2011, cuando el barril superaba los US$ 100, el país comenzó a importar. Traducido: se vendió muy barato y se compró carísimo.

Más allá de esto, la baja del precio del crudo abarató las importaciones locales, de tal modo que el rojo en la balanza energética se contrajo de los US$ 7.118 millones de 2014 a los US$ 4.276 millones del año pasado. Dentro de todo, un alivio teniendo en cuenta la escasez de divisas. “Los menores precios permitirán continuar reduciendo el déficit en 2016. En particular, se reducirían sensiblemente las importaciones de gas natural y GNC medidas en dólares”, interpreta Lamothe, de Abeceb.

El gas es la otra buena noticia: la producción (en un país como la Argentina, cuya matriz de consumo está fuertemente “gasificada”) revirtió su declive. Desde 2004 a 2014, la extracción cayó de 52,4 millones de metros cúbicos a 41,5 millones. El año pasado y fruto de los aportes provenientes de Vaca Muerta, la producción creció a 43 millones.

Según datos oficiales, la oferta de gas representa el 51% de la matriz energética local, muy por encima del 31,1% del promedio mundial, indica un informe de Key World Statistics. En 2014, “la producción de gas no convencional representó el 9,7% del total”, subraya un estudio del IAPG (Instituto del Petróleo y el Gas). De todos modos, el mismo informe aclara que el año pasado las importaciones fueron el 20% de la oferta total.

“El gas natural -destaca el ex secretario de Energía y actual director de YPF Daniel Montamat- es un recurso primario relativamente abundante”. Y añade que “el 84% de los recursos no convencionales de la Argentina y el 77% de los recursos en Vaca Muerta son gasíferos”. El potencial de Vaca Muerta, en este escenario internacional complejo para la industria petrolera, exige una revisión sobre su real dimensión y la política a aplicar.

Ubicada en la frontera de la cordillera de los Andes, es considerada una de las áreas con mayores recursos energéticos no convencionales del mundo (shale gas y shale oil), que abarca casi la totalidad de Neuquén y partes de Mendoza, La Pampa y Río Negro. Con YPF a la cabeza, allí exploran y explotan varias petroleras, entre ellas Chevron, ExxonMobil, Panamerican Energy, Dow Chemical, Shell y Wintershall. Su potencial, coinciden las fuentes, está fuera de discusión, pero con el precio del crudo perforando los US $ 30, tales afirmaciones pierden bastante consistencia.

“Con el precio actual del barril, la explotación de recursos no convencionales no es rentable ni siquiera en los Estados Unidos”, asegura Kokogian, geólogo de profesión y consultor habitual de las petroleras. Ocurre que el costo promedio del shale oil en la Argentina no baja de los US$ 70. “La producción en Vaca Muerta sube y baja en función del precio internacional”.

“En Vaca Muerta continúan las inversiones, pero no a la misma velocidad de antes”, advierte Eduardo Barreiro, otro consultor. El gran dilema actual es que en este contexto, resulta difícil fomentar inversiones productivas y mantener activa una industria que emplea alrededor de 100.000 personas.

Frente a los costos superando el precio internacional, los consultores especializados sintonizan los reclamos de las petroleras: subsidiar las diferencias a la espera de una recuperación (todavía incierta) de los precios. “Si no se hiciera, la industria se termina”, proclama Barreiro. Y si esto ocurre, advierten, reactivarla después “sería mucho más costoso”.

“Hay que mantener los equipos funcionando y debemos buscar soluciones no dogmáticas”, añade su colega Kokogian. Una fuente ligada al Gobierno discrepa: “Esto es un negocio. Cuando los precios son altos, nadie reclama nada”, explicó.

Fuente: Los Andes

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