Cotidianamente vemos cómo las comunidades denuncian la contaminación de suelos con hidrocarburos, hecho que definitivamente no es nuevo.
Como toda actividad productiva, camina por la cornisa del accidente fortuito o no previsto; es decir, se toman las precauciones propias de acuerdo con las reglas del arte pero sólo eso no la exime de sufrir un accidente ambiental. Sucede que cuando estos accidentes de derrame de hidrocarburos ocurren, no hay mayores preocupaciones si aquéllos no afectan directamente un curso de agua. Pareciera que hay quienes suponen que un derrame en un campo no afecta a nadie y, en rigor de verdad, también debemos reconocer que las sustancias no desaparecen, que la tierra por sí sola no contiene ni remedia el hidrocarburo contaminante ya que siempre llegará a las napas freáticas producto de las condiciones climáticas.
La explotación de petróleo en el área neuquina tiene antecedentes de contaminación de ERN (elementos radiactivos naturales); en trabajos publicados por la OPS-OMS se advertía sobre la presencia de uranio, torio y radio en las aguas de producción.
Si bien el tema de los derrames es un caso que reviste menos peligrosidad, no por eso deja de ser preocupante y hay que ocuparse adecuadamente de ellos. Hoy en día existen excelentes técnicas de remediación de suelos, ampliamente comprobadas y de fácil ejecución. Entre las más promisorias para eficientes remediaciones de suelos empetrolados se destaca la bio-combustión asistida de hidrocarburos, empleada con pleno éxito sobre más de 10.000 metros cúbicos de suelos dañados.
En breve, y de acuerdo con recientes investigaciones, se trataría de dotar a los suelos de condiciones óptimas para favorecer la actividad bacteriana de la fauna de microorganismos propia del ambiente. Los registros de operaciones enseñan que partiendo de suelos contaminados a un 10% peso/peso, al cabo de un año de laboreo se llega a niveles compatibles con la re-vegetación en los suelos dañados. Información local puede encontrarse en www.fjp.org.ar.
Si existen disposiciones provinciales emanadas de organismos de control ambiental uno debería preguntarse por qué no se ponen en práctica. ¿Quizá por falta de control, por negligencia de las empresas o simplemente porque se supone que no es importante ya que la magnitud de los derrames no ocupa áreas extensas cercanas a una catástrofe ambiental? Hay casos como el de Picún Leufú, en Neuquén, o el pozo semisurgente de exploración en el Ñirihuau, en Río Negro, que siguen esperando algún tipo de respuesta de los organismos públicos.
Fuente: Diario RÃo Negro
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