Los indígenas de la Amazonía aprietan la rabia entre los dientes antes de llamarse a sí mismos los ricos más pobres de Ecuador: asentados sobre el petróleo sólo conocen de precariedad y contaminación.
"El agua está aceitosa, ya no hay pescado. La tierra también está afectada y no produce como antes. Parece que vamos a morir de sed y de hambre", expresó Lorenzo Alvarado, vicepresidente de la comunidad Voluntad de Dios en el campo petrolero Guanta, ubicado en la provincia de Sucumbíos (noreste).
Alvarado es uno de los indígenas kichwas repartidos en la jungla que asegura vivir en condiciones calamitosas, pese a las millonarias reservas de crudo existentes bajo su territorio. El nativo aprendió desde pequeño a quejarse en español.
Desde que empezó la explotación petrolera, en la década de los setenta, su vida es de pobreza. "En la zona petrolera hay contaminación al medio ambiente. Esto comenzó con (la estadounidense) Texaco (que dejó de operar en Ecuador en 1990), vino Petroecuador y ahora seguirá con los venezolanos (de PVDSA)", dijo a la AFP.
Alvarado volvió a alzar su voz con ocasión de la visita del presidente Rafael Correa al campo Guanta, donde una torre de perforación de PVDSA comenzó a operar al servicio del quinto productor sudamericano -con 511.000 barriles por día- y pequeño miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). "Somos ricos en la cultura, pero pobres en la riqueza", decía uno de los carteles que alzaron los hombres que le dieron la bienvenida a Correa "al territorio ancestral kichwa".
El mandatario dio la razón a aquellos que hablaron del petróleo como una maldición. "Si hay, como hemos tenido lastimosamente en abundancia en nuestro país, gobiernos entreguistas, el petróleo puede ir a muy pocas manos e incluso a manos extranjeras", expresó el jefe de Estado ante un grupo de indígenas, que también protestó por los caminos polvorientos, escuelas desvencijadas y falta de empleo. "Ellos (los kichwas) son nuestros mandantes, los dueños de esta torre (de perforación), de este petróleo, de esta tierra", agregó Correa.
La declaración pasó inadvertida para María, quien entre la gente se mostró atenta a sus dos pequeños hijos (uno descalzo y otro con botas de caucho) que con curiosidad se abrieron paso entre la gente para "ver al señor presidente". "No tenemos agua purificada. Tomamos miserablemente, como un animal silvestre, de los esteros y ríos contaminados", dijo.
El gobierno reconoció que la Amazonía ha sido maltratada por la explotación petrolera, que generó 7.428,4 millones de dólares en 2007 frente al presupuesto estatal de unos 10.500 millones para 2008. Aquí se camina por vías "sin asfalto cuando de acá se saca el petróleo que sirve para hacer el asfalto. ¿Hasta cuándo tanta contradicción?", se preguntó Correa.
No obstante, los indígenas seguían como sin oír, quejándose amargamente entre ellos de los azotes del petróleo. "La ceniza que sale de los mecheros (que queman el gas del subsuelo) contamina, y el ruido que produce la maquinaria petrolera ha ahuyentado la caza", manifestó Antonio, otro kichwa que asegura haber dejado de producir café y cacao. "Las plantas no dan fruto", anotó el nativo, quien con golpes en el pecho exclamó: "esta es mi tierra, pero ese no es mi petróleo".
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