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Cambio profundo en la matriz energética de Río Negro

06/11/2025 | ENERGIA | Notas Destacadas | 124 lecturas | 0 Votos



Río Negro está en la antesala de un cambio profundo de su matriz energética.




Nuestra provincia, que históricamente ocupó un rol secundario en la producción nacional de hidrocarburos, comienza a convertirse en un actor estratégico para el futuro energético del país. Comprender este proceso, con sus datos duros y sus desafíos, es fundamental para que los rionegrinos sepamos por qué se habla de una nueva etapa y por qué hay razones para mirar el futuro con esperanza.

Durante décadas, la energía rionegrina estuvo anclada en los recursos fósiles convencionales. Hoy ocupamos el quinto lugar entre las provincias productoras de petróleo y el sexto en gas. En 2024, la producción provincial de crudo rondó los 20.200 barriles diarios, llegando en diciembre a superar los 23.000 barriles por día. En materia gasífera, bloques como Agua Salada aportan cerca de un millón de metros cúbicos diarios, mientras que Estación Fernández Oro concentra alrededor del 30% de gas de la provincia. A estos datos se suman experiencias incipientes en recursos no convencionales: en pozos piloto de tipo shale con registros de producciones diarias del orden de los 23.900 metros cúbicos de gas y casi 630 metros cúbicos de petróleo. Es decir, Río Negro ya empieza a pisar el terreno que cambió el mapa energético de Argentina: el de los hidrocarburos no convencionales.

El motor de esa transformación es la formación Vaca Muerta, uno de los mayores reservorios de shale gas y shale oil del mundo, que se extiende también sobre el subsuelo rionegrino. A partir de allí, se gesta el salto que puede redefinir el papel de la provincia: la conversión del gas de Vaca Muerta a gas natural licuado (GNL) para su exportación global desde nuestra costa atlántica.

Ese objetivo tiene nombre y apellido: Argentina LNG, un proyecto que abandona la idea de grandes plantas terrestres para apostar por unidades flotantes de licuefacción, los denominados FLNG, amarradas frente al Golfo San Matías. La primera de ellas, el buque Hilli Episeyo, tendrá capacidad para procesar unos 11,5 millones de metros cúbicos de gas por día, equivalentes a 2,45 millones de toneladas anuales de GNL. Se prevé que comience a operar en 2027 y que un segundo buque, previsto para 2028, eleve la capacidad conjunta a cerca de 6 millones de toneladas de GNL al año.

Para que eso ocurra, se construirá un gasoducto de aproximadamente 600 kilómetros que unirá Vaca Muerta con la costa rionegrina. En paralelo, la provincia avanza con el oleoducto Vaca Muerta Punta Colorada (VMOS), que permitirá embarcar crudo en un nuevo puerto en Sierra Grande.

La dimensión económica de esta transformación no es sólo geológica o tecnológica: es profundamente política. Río Negro decidió sumarse al Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) para brindar seguridad jurídica a los proyectos de largo plazo. Al mismo tiempo, impulsó la Ley 80-20, que establece que al menos el 80% de los puestos de trabajo en las obras y operaciones vinculadas al GNL y a Vaca Muerta deberán ser cubiertos por mano de obra local. Este marco se complementa con regulaciones que priorizan la participación de pymes rionegrinas como proveedoras de bienes y servicios, buscando que el desarrollo no quede concentrado en pocas empresas externas. Según estimaciones de la Secretaría de Trabajo provincial, sólo la construcción del gasoducto y las primeras fases de los proyectos de licuefacción generarán más de 15.000 empleos directos e indirectos en los próximos cuatro años, dinamizando la economía regional con salarios de calidad y derrame sobre los comercios y servicios locales.

Estas inversiones, que en su conjunto pueden superar los 30.000 millones de dólares en distintas etapas, no son meros anuncios. Representan la posibilidad de que Río Negro pase de ser receptor secundario de regalías a protagonista de la exportación de energía. En este camino también resulta clave un recurso menos visible pero vital: nuestras arenas silíceas, que ya abastecen alrededor del 40% de la demanda de insumos para el fracking en la Cuenca Neuquina. La logística portuaria, la infraestructura vial, la capacitación de mano de obra, por lo tanto, piezas de un mismo engranaje.

¿Por qué el mundo mira con interés este gas? Porque el GNL es el combustible de transición de la transición energética. En un escenario donde los países buscan reducir el uso de carbón y fuel-oil, el gas natural ofrece menores emisiones y mayor flexibilidad de transporte. Argentina podría llegar a aportar alrededor del 3% del mercado mundial de GNL en los próximos años si logra materializar su potencial exportador. Brasil, por cercanía y escala, se perfila como destino natural, pero también Europa y Asia necesitan diversificar sus fuentes tras los recientes reacomodamientos geopolíticos.

Nada de esto está libre de desafíos. La construcción de los nuevos ductos exige estándares técnicos rigurosos para evitar corrosión y fugas. La extracción no convencional demanda agua y control ambiental estricto, incluyendo monitoreo sísmico. El desarrollo del GNL depende de que el país logre condiciones regulatorias estables, competitivas frente a gigantes globales como EE. UU. o Qatar, y de que podamos mantener bajos los costos de producción, transporte y licuefacción.

Fuente: Diario Río Negro

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