¿Qué pasó en esos 111 años? Distingo dos períodos. En el primero (1907-1991) bajo gobiernos de distinto signo Argentina tuvo un sector energético en expansión pujante con logros importantísimos: 1) descubrimiento de petróleo y gas natural en seis cuencas continentales y marinas; 2) explotación del yacimiento gigante de gas Loma de la Lata en Neuquén; 3) Construcción de Centrales hidroeléctricas de gran porte; 4) logro del autoabastecimiento energético con importantísimos saldos exportables; 5) ejercicio de un liderazgo indiscutido regional en materia nucleoeléctrica.
Desde 1992 un nuevo período se inicia con la privatización sistémica realizada durante el gobierno del Dr. Menem y cuyas consecuencias finales – en algunos rubrosaún no están claras. Los actores institucionales estatales preexistentes desaparecieron, y los nuevos actores privados no llegaron a realizar un reemplazo eficaz y eficiente del “antiguo régimen”. La Argentina evolucionó negativamente desde el autoabastecimiento alcanzado en 1989 a la dependencia externa creciente a partir de 2010; comenzó la decadencia crónica de la producción de hidrocarburos y dilapidación de reservas más profunda de la historia petrolera argentina en el período 1998- 2017. Desde el auge hidroeléctrico con altísima participación en la generación eléctrica, fuimos directo a la modestia actual; del liderazgo nuclear en América latina a la compra de centrales nucleares chinas sin estudios de factibilidad que lo justifiquen.
Dicho lo anterior cabe la pregunta: ¿Cómo estamos en Energía hoy al entrar en el último año del gobierno de Cambiemos? Mi respuesta es que no estamos bien, pero sí mejor que en 2015. Tenemos un futuro que presenta grandes incertidumbres, pero con elementos positivos.
En primer lugar, el actual Secretario de Energía ha generado un giro copernicano en el discurso oficial de política energética de los últimos 25 años al poner en primerísimo plano la necesidad del “Autoabastecimiento Energético”, y la generación de fuertes saldos exportables para la economía argentina. Además efectuó el lanzamiento de una política exploratoria agresiva en la plataforma continental hasta el talud oceánico.
La forma es importante, se revirtió una práctica común de los últimos lustros: hacer los anuncios primero en Club del Petróleo. Es fundamental que se tenga en cuenta que los anuncios oficiales están sujetos a un riesgo que no es despreciable (geológico y económico) de no cumplimiento. Este tópico fue parte de la disertación del propio Secretario en el Seminario sobre el Futuro del Petróleo y el Gas en Argentina organizado por el Grupo de Ex Secretarios de Energía el 21 de noviembre.
Es un hecho muy positivo que Argentina en el último año ha logrado por primera vez en 20 años tener una producción petrolera mayor al año anterior (no mucho +1,4%). Crece fuerte la producción de “petróleo no convencional” pero cae en forma crónica e irreversible producción de petróleo convencional en todas nuestras cuencas productoras por carencia de una buena política exploratoria.
Es también positivo que la empresa YPF haya hecho público su Plan Estratégico quinquenal con metas de producción y de exploración que muestran a nuestra principal empresa petrolera bien acoplada a los positivos anuncios ministeriales. Es destacable también la performance de la empresa Tecpetrol en el yacimiento de gas no convencional de “Fortín de Piedra” en la provincia de Neuquén, bajo el régimen subsidiado de la Res. 46/2016 que ha pasado de una producción inexistente en 2016 a una producción de 16 MMm3/d en 2018, y que colocó a esa empresa hasta ahora menor en un rol de productor importantísimo de gas en Argentina.
Es positivo que el gobierno haya corregido en 2018 algunas de sus políticas iniciales relacionadas con la fijación por parte del Estado de altos precios de retribución para el gas natural.
Creo que 2018 finaliza con una conciencia más clara por parte de las autoridades de aplicación de la ley energética, del gobierno y de los partidos políticos de la existencia de mercados energéticos distorsionados que derivan rentas monopólicas a los productores en detrimento de los consumidores, lo que requerirá soluciones más complejas. Se acaba la idea infantil del ajuste infinito tolerado por un consumidor ficticio de paciencia infinita.
No puedo dejar de plantear algunas medidas oficiales tomadas en el último semestre que deberían ser revisadas y demostrar su racionalidad.
No está claro porqué la empresa IEASA suspendió “sine die” el gasoducto GNEA. No está clara la estrategia argentina como importador de gas boliviano. Tampoco está justificado el anuncio de construcción de un nuevo gasoducto de gran porte entre Neuquén y Rosario. Creo que 2019 debería ser el año en que algunas de las incógnitas aquí planteadas se resuelvan, deberían firmarse compromisos productivos de los actores privados con la política gubernamental enunciada por el Secretario del área. Por ahora solo veo a YPF y a Tecpetrol liderando este respaldo, se requiere un compromiso escrito con más actores que asuman el desafío.
En Energía, no estamos bien, pero sí mejor que en 2015. El futuro se presenta con incertidumbre, pero con elementos positivos.
Fuente: Clarín
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