.No hace tanto tiempo atrás la sociedad argentina había acuñado una frase consuelo, casi como un talismán, para cuando sobrevenía una crisis: "Nos salva una cosecha". El tiempo ha pasado y las ilusiones de ser milagrosamente un país rico están depositadas en eso de lo que tanto se habla y tan poco se conoce: Vaca Muerta. ¿Estará ahí el último salvavidas de la patria?
"Vaca Muerta es un proyecto que aún no ha demostrado integralmente su viabilidad o su factibilidad técnica, económica y comercial" -explica el ingeniero Jorge Lapeña, exsecretario de Energía de la Nación-. En ese sentido creo que por el lado del petróleo el panorama es mucho más promisorio porque en este momento tiene producción creciente. El 15% de todo el petróleo que la Argentina produce viene hoy en día de Vaca Muerta. Es una porción menor, porque el 85% restante no viene de allí, pero tiene una alta dinámica de crecimiento y esperamos que siga así y que ese petróleo, que es liviano y de buena calidad, pueda ser exportado. Como la Argentina se autoabastece de crudo, esa exportación neta redundaría en un ingreso de divisas importante, que es lo que falta.
-¿El negocio es por el lado del negocio y no por el lado del gas?
-Hay dos problemas. El primero es que los precios internos están subsidiados. Las empresas petroleras están produciendo gas en Vaca Muerta, pero es un gas que se paga a 7 dólares el millón de BTU. Y dentro de esos 7 dólares hay un subsidio de aproximadamente 3,5 dólares por millón de BTU que salen de las arcas del Tesoro.
-Usted ha afirmado que no es competitivo a escala mundial.
-No es competitivo a escala mundial porque el precio internacional es 2,65 dólares. Estados Unidos sí es competitivo, pero produce con costos mucho más bajos que estos y lógicamente puede competir internamente y externamente también. Si nosotros estamos en un precio que es tres veces ese, no funciona.
-¿La infraestructura es el otro problema?
-Para exportar gas se debe realizar un proceso técnicamente más complicado. Para empezar se necesita una infraestructura de transporte muy costosa que no está construida, que serían los grandes gasoductos que lleven ese gas hasta las zonas adonde pueden haber puertos. Es decir, ese gasoducto ni siquiera está proyectado, pero puede tener un costo de u$s 2.000 millones. Además, hay que tener puertos metaneros, que no existen, y hay que tener una planta de licuefacción para llevar el gas a baja temperatura y que pueda ser transportado.
-¿Quién hace una inversión semejante en caso de que hubiera un plan?
-En un sistema donde el Estado se ha retirado desde los años "90, la gestión energética no es más una gestión estatal y las inversiones estatales no son protagónicas. Se supone que eso tienen que hacerlo empresas privadas con las leyes del capitalismo. Pero en la Argentina en este momento, con la situación macroeconómica desequilibrada, no sería viable. No veo ahora un interés inversor privado en ampliar esa infraestructura en forma relativamente rápida arriesgando capital.
-Supongamos que alguna empresa hunde ese capital en un gasoducto. ¿En cuánto tiempo recuperaría lo invertido y obtendría ganancias?
-Es un largo tiempo. Tampoco está asegurada, y es lo más importante, la producción de gas a un precio de competencia o a un costo en el mercado mundial. Si dijéramos que estamos produciendo gas de Vaca Muerta con un costo de 2 a 3 dólares el millón de BTU, podríamos decir entonces que estaríamos a tiro de poder competir en la plaza mundial dando un salto de productividad. Pero estamos en 7 dólares, con un fuerte subsidio estatal, de un Estado que tiene un Tesoro exhausto, con deudas, con los compromisos internacionales vigentes de reducción del déficit, es decir de baja de los subsidios. Me parece que no se dan las condiciones para entusiasmarse como la Argentina erróneamente se ha entusiasmado con el boom del gas de Vaca Muerta, y me parece que esa cuenca es una potencialidad. Pero no debe ser confundida la potencialidad con la realidad.
-Tenemos el recurso, hay que ponerlo en valor.
-El recurso es tener una cantidad todavía incierta abajo de la tierra. Ahora esto hay que transformarlo en reservas comprobadas, que es tener una cantidad cierta, no incierta, y estar en condiciones de extraerlo con la tecnología actual y poder comercializarlo con los precios actuales. Estas tres condiciones no las cumple el gas de Vaca Muerta. Por lo tanto el entusiasmo es más una cuestión de fe que existe en la política de ambos lados de la grieta. Los políticos son entusiastas de la salvación de Argentina a partir de la producción de Vaca Muerta. (...)
Fuente: La Prensa
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