
El IAPG advierte que el desafÃo implica perforar a gran escala, multiplicar la infraestructura y asegurar el acceso al financiamiento internacional.
La industria del petróleo y el gas en la Argentina atraviesa una etapa de transición estructural. Tras dos años de fuerte expansión productiva , que permitieron superar el máximo histórico de producción de crudo de los años noventa y reducir de manera significativa las importaciones de gas, el sector se encamina ahora hacia un escenario donde el mercado interno deja de ser el motor central. El crecimiento futuro, según coinciden los principales referentes de la actividad, dependerá casi exclusivamente de la capacidad exportadora.
Ese diagnóstico fue planteado con claridad por Ernesto López Anadón, presidente del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG), quien sostuvo que la industria ya cubre la demanda local y que todo el esfuerzo en marcha solo se justifica si se consolida un esquema de exportación sostenido de petróleo y gas. En ese marco, el desafÃo adquiere una dimensión inédita: perforar alrededor de 1.000 pozos por año y movilizar inversiones del orden de los 20.000 a 30.000 millones de dólares anuales.
El impacto macroeconómico de este proceso ya empieza a reflejarse. La combinación de mayor producción, incremento de exportaciones y caÃda de importaciones permitió recomponer la balanza comercial energética, que cerrarÃa 2025 con un superávit superior a los 7.000 millones de dólares. De sostenerse la tendencia, ese resultado podrÃa multiplicarse en los próximos años y convertir al sector en uno de los principales generadores de divisas de la economÃa.
El cambio de perfil productivo vino acompañado por un ciclo de obras que resultan determinantes para el nuevo escenario. La ampliación de los sistemas de transporte de gas, la reversión del Gasoducto Norte para habilitar mayores exportaciones regionales, la expansión del sistema de crudo de Oldelval y el avance del oleoducto Vaca Muerta Sur forman parte de una red de infraestructura pensada para evacuar mayores volúmenes hacia los mercados externos.
A ese entramado se suman los proyectos de gas natural licuado, que avanzan en distintas etapas y buscan posicionar a la Argentina como proveedor global. Las iniciativas lideradas por grandes operadores, junto con nuevas propuestas privadas , apuntan a construir una plataforma exportadora de largo plazo, algo que no se registraba desde hace décadas en el paÃs.
En paralelo, la habilitación de permisos de exportación de gas a 30 años y los cambios regulatorios orientados a normalizar los mercados mayoristas aparecen como señales clave para atraer inversiones y facilitar decisiones de largo aliento.
El corazón de este proceso sigue siendo Vaca Muerta. La meta que circula en el sector es ambiciosa: llevar la producción de petróleo a 1,5 millones de barriles diarios y duplicar la de gas. Sin embargo, los propios actores de la industria advierten que alcanzar esos volúmenes implica una exigencia logÃstica, industrial y laboral de gran magnitud.
Las estimaciones incluyen millones de metros cúbicos de áridos, cemento y hormigón, varios millones de toneladas de acero y una red de ductos que podrÃa extenderse por decenas de miles de kilómetros. En el pico de actividad, la exploración y producción demandarÃan decenas de miles de trabajadores directos, mientras que la construcción de infraestructura multiplicarÃa esa cifra.
Ese despliegue impacta de lleno en la cadena de valor. La industria se apoya en miles de empresas proveedoras, en su mayorÃa pymes, que concentran una parte sustancial del empleo y la facturación del sector. La capacidad de estas firmas para escalar, financiarse y adaptarse al nuevo ritmo será uno de los factores crÃticos del proceso.
El principal cuello de botella aparece en el financiamiento. La magnitud de las inversiones requeridas excede largamente el ahorro local y obliga a competir por capital internacional en un contexto global cada vez más exigente. En ese escenario, el IAPG destacó la importancia de marcos como el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), que ya permitió avanzar con proyectos de infraestructura clave y se perfila como una herramienta central para sostener el ritmo inversor.
No obstante, el contexto presenta riesgos. Los escenarios de precios internacionales más bajos, la competencia con otros desarrollos no convencionales y los costos locales —aún superiores a los de cuencas como Permian— obligan a extremar la eficiencia. Rigideces laborales, carga impositiva y costos de importación siguen siendo factores que condicionan la competitividad del shale argentino.
El mensaje que dejó el IAPG es inequÃvoco. El potencial exportador del petróleo y el gas está al alcance, pero requiere decisiones consistentes, reglas estables e infraestructura a la altura del desafÃo. En un mercado global altamente competitivo, el tiempo se convierte en un activo estratégico: demorar inversiones o definiciones implica resignar oportunidades que difÃcilmente vuelvan a presentarse en la misma escala.
Fuente: ADN Sur
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