Es miércoles a media mañana. Bien invernal, de fines de agosto, con frío húmedo y cielo plomizo, preludio de la tarde oscura y lluviosa que hubo ese día. Plaza de Mayo, cerrada por las marchas que se esperaban para esa jornada, en la que la Cámara de Senadores trataría la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Dentro del Palacio de Hacienda, donde funcionan cuatro ministerios –Hacienda y Finanzas, Producción, Energía y Minería y Transporte–, existe un micromundo con vida propia. Con la puerta principal de Hipólito Yrigoyen vedada, el ingreso al edificio se realiza por distintos accesos secundarios. Los pasillos laten, al compás de una elección interna de delegados gremiales. Mesas, urnas y pegatina de volantes en las paredes contrastan con la pulcritud y el silencio que dominan pisos más arriba; sobre todo, en la antesala del despacho principal de la Secretaría de Energía. La discreción que rige el lugar se ve, de pronto, interrumpida por los tres máximos ejecutivos de un player importante del sector, que –carpetas en mano– salen de entrevistarse con el titular de esa cartera. Ya es mediodía. El anfitrión cancela la siguiente reunión. Imprevisto de último momento: debe cruzar rápido a la torre de YPF y, de ahí, correr a Olivos, donde lo espera el Presidente.
Son intensas las jornadas de Javier Iguacel. Sobre todo, desde aquel sábado 30 de julio, en el que la eliminación de la Selección Argentina del Mundial de Rusia pasó a ser noticia vieja en cuestión de horas. Esa misma noche, Mauricio Macri le pidió la renuncia a Juan José Aranguren. Lo reemplazó con quien, hasta entonces, era director nacional de Vialidad. Sorprendió, más por la salida de su antecesor –quien, superadas varias tormentas, parecía firme al timón– que por él mismo. De hecho, el CV de Iguacel –ingeniero en Petróleo, formado en YPF y con pasado inmediato como CEO de Pluspetrol– está más conectado al negocio de los hidrocarburos que al trazado de rutas, caminos y puentes.
«En 2023, tenemos que duplicar la producción de hidrocarburos de la Argentina. Deberíamos estar produciendo más de 1 millón de barriles de petróleo y más de 260 millones de metros cúbicos de gas, llegando a los 300 millones», pregona, convencido. No sólo por el conocimiento de causa con el que habla. También, por su propio estilo personal. Desde la imponencia física –mide cerca de 1,90– hasta la vitalidad que emana su juventud (tiene 44 años) y su verba, de definiciones tajantes. El cabello azabache, de jopo abundante y difícil de domesticar. Ciertos ademanes y postura férrea, casi militar, aunque –confiesa– carece de formación castrense, tanto él como su historia familiar. Alguien que lo conoce de su carrera privada, y que ahora lo trata seguido por cuestiones oficiales, lo resume en una palabra: «enérgico». Más preciso –y apropiado–, imposible.
La oportunidad de Vaca Muerta para las productoras de hidrocarburos es clara. Pero ¿qué significa para una firma de servicios petroleros o para un proveedor metalmecánico o de insumos? ¿Qué debe mirar ese empresario?
Debe imaginar la zona núcleo del campo argentino y la actividad que genera, el volumen de negocios que hay alrededor de esa inversión, en la que la Argentina es un gran jugador y muy competitivo. Lo mismo está empezando a pasar (y pasará) en Vaca Muerta. Hay una oportunidad inmejorable para todas las Pymes, tanto de servicios como fabricantes, que estén dispuestas a hacer algo diferente pero que saben que lo hacen bien. Por ejemplo, un transportista de granos: si tiene flota y es competitivo, tiene que pensar que Vaca Muerta implicará un volumen de movimiento de arena que le dará una mayor oportunidad. O un fabricante de silos: si hace sistemas de control y de siembra directa con alguna tecnología, que se siente con algún operador porque, seguramente, tendrá algo para ofrecerle, para venderle.
¿Por qué la comparación de Vaca Muerta con el campo?
Comparo al no convencional, que no se limitará a Vaca Muerta. A medida que esa formación se desarrolle, hay más hacia el norte, en Mendoza, y hacia Santa Cruz. Es decir, es una megaoportunidad. Lo comparo porque, a diferencia del petróleo y el gas convencional, es una actividad permanente, que lleva a que todos los años se decidan inversiones multimillonarias. Como la gente del campo, cuando toma la decisión de sembrar trigo, maíz o soja. Acá, todos los años se decide invertir; es una actividad continua, no para. Se perfora mucho. Sólo para dimensionar lo que significa: si lo hacemos bien, el gas y el petróleo de Vaca Muerta aportarán el mismo nivel de divisas para la Argentina que hoy genera el campo.
¿Cuándo proyecta que sería eso?
Empezando en 2019, con petróleo, hasta que tengamos la infraestructura para el gas. Seremos de nuevo exportadores netos de gas en 2021. Con lo cual, para 2023, deberíamos generar un volumen de exportación similar al de toda la cadena de maíz, trigo, carne…
Sin soja.
Y, ya para 2027 ó 2030, incluyendo a la soja. Puede ser más rápido o más lento. Depende de nosotros. El potencial está. Y, además, generará 500.000 empleos, de los cuales 120.000 serán del micromundo petrolero. El resto se crearán en el transporte, la distribución, la fabricación de equipos, los servicios, tecnología, telecomunicaciones, software… Hoy, las empresas tratan de llevar toda la información a los centros de cómputos en Neuquén. Eso abre oportunidades a un montón de empresas, no que lo capturen sólo dos o tres. Como nosotros, también, promovemos que haya más operadores, la cantidad de gente directa multiplica a la indirecta. Existe una realidad: hoy falta gente, Pymes y empresas en la Cuenca Neuquina. Es, de hecho, un reclamo del sector.
¿Cómo se hace para que la Política, la que define estrategias por arriba, entienda esta importancia de Vaca Muerta como generadora de divisas y promueva iniciativas desde áreas que exceden a la Secretaría de Energía?
Primero, generando empleo, tecnología y, al final del día, divisas. Pero lo más importante que genera es energía barata, limpia y abundante para el país. A alguien totalmente ajeno a Vaca Muerta tener gas y electricidad muy competitivos a nivel mundial le la oportunidad de exportar sus productos. El segundo punto es ser agentes mundiales de exportación. Lo que significa sentarse en la mesa de los países energéticos a discutir temas de los que, hoy, estamos afuera (como sí lo hacemos en agroindustria). Y generar divisas. No como un objetivo en sí, sino como una consecuencia de los anteriores, porque es la forma sintética de ver el dinero que moverá al sistema. Por eso, ya hay iniciativas en conjunto con el Ministerio de Producción.
¿Por ejemplo?
En Neuquén, se armó un desarrollo de Pymes para ayudarlas. Producción tendrá algunos programas especiales, para que puedan ser proveedores a través de YPF. Quien crea, y tiene ganas, que se acerque a YPF, diga qué sabe hacer e insista. Acá depende mucho de ser emprendedor (o no). Tenemos que olvidarnos un poco de la idea de que «Papá Estado» resuelve los problemas. Generaremos oportunidades, aprovéchenlas. Y, cuando vean algún bloqueo, estaremos nosotros para que ya no exista. Ahí es donde podemos ayudar. En la promoción. Estamos trabajando para que el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) tenga un acuerdo con la OPIC, que es un banco norteamericano de inversiones y garantías. Para que las empresas argentinas se puedan asociar con compañías que están haciendo lo mismo en Estados Unidos. Hay sólo tres países en el mundo que lograron desarrollar la tecnología, la capacidad y la gente para producir en no convencionales: Estados Unidos, Canadá y Argentina. Ningún otro pudo. Australia fracasó. Los de Europa del Este, donde hay recursos, fracasaron. China fracasó. Nosotros lo logramos. En Estados Unidos y Canadá –que explotan no convencional desde hace mucho tiempo– también hay empresas en la misma situación de las Pymes argentinas. Eran proveedoras de otra cosa y se metieron en el sector. A través de la OPIC, tienen capital y conocimiento para hacerlo. Creemos que habrá oportunidades de asociarse con financiamiento del BICE, para Argentina, y de la OPIC, para las canadienses y estadounidenses. Son herramientas que desarrollaremos este año.
Lo llevo al upstream. Siempre menciona que se necesitan más jugadores. ¿Piensa hacer acciones en Houston o plazas estratégicas para fomentar el regreso de las independientes, como las hubo hasta mediados de la década pasada?
Prioridad absoluta. También lo haremos con compañías de servicios más pequeñas. Ahí está la oportunidad de las de acá, de asociarse con ellos. Porque, si viene un nuevo fracturador, necesitará a alguien que le enseñe la logística, lo ayude con los talleres, le monte recursos humanos, pruebe la tecnología que se pueda proveer desde acá.
¿Viajará a los Estados Unidos?
Sí. Muchas veces. Seremos la fuente de esos aportes. La idea es llevar Pymes para que vean cómo funciona allá, cómo en Neuquén; que entren en contacto y se empiecen a asociar. Y si, después, se puede dar el financiamiento entre el BICE y la OPIC, mejor. Para este año tenemos previstos tres viajes. El primero, en septiembre, a Houston. Después vendrán acá en octubre. Y, en noviembre, iremos al Congreso Independence, de los Estados Unidos. Expondremos en Nueva Orleans. Iremos al Permian y, en diciembre, a Canadá. También hay un Congreso Independence en Alberta. Estamos en contacto permanente con el embajador argentino en Washington, Fernando Oris de Roa. Estamos viendo si podemos poner a una persona fija allá, encargada únicamente de Oil & Gas. (...)
Fuente: Econojournal
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