El presidente Macri y Javier Iguacel no paran de celebrar el incremento de la producción de gas en lo que va de 2018. Como no podía ser de otra manera, lo atribuyen a los cambios en la política tarifaria y en el precio del gas en boca de pozo aplicados a partir de 2016, pero también a la reducción masiva de los costos laborales (léase, flexibilización laboral) y a una supuesta integración al mundo que dejó atrás el populismo energético.
El relato oficial es: "¿Vieron argentinos y argentinas que el esfuerzo y el dolor de pagar tarifas más caras y eliminar subsidios están justificados? ¡Ahora nos sobra gas y estamos exportando!". Y con esta última frase se van de gira por EE.UU., desesperados ante la nula incorporación de nuevas empresas más allá de las "heredadas" del kirchnerismo, desesperados ante la perentoria necesidad de dólares frescos para hacer frente al blindaje fondomonetarista. Cabe preguntarse entonces: ¿Qué tiene de cierto aquel relato? ¿Qué información censurada por Cambiemos revelan los datos oficiales cuando uno se toma el trabajo de analizarlos? ¿Por qué no llueven nuevas empresas y Aranguren primero e Iguacel después -mientras se escribían estas líneas estaba de gira- no paran de pisar suelo estadounidense?
En el gráfico que acompaña esta nota se observa el impacto de los subsidios al gas para las concesiones que ingresaron a los programas de las resoluciones 46 y 447. En 2018, la producción de gas descontado la producción aportada por estos "subsidios" hubiera resultado no en el crecimiento tan celebrado por el oficialismo del 5,5% (enero a septiembre), sino algo muy diferente: una caída del 2,5%, acentuándose la baja del 2017 (año sin estos mismos subsidios). La retracción respecto al primer año de gestión macrista hubiera sido del 3,8%. A propósito, cabe siempre recordar que más que "subsidios" se trata de "sobreprecios", ya que se paga 7,5 US$/MMBTU lo que a 3 US$/MMBTU ya es más que suculento negocio.
Fuente: Ambito Financiero
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