Kozulj repasó los lineamientos del nuevo plan de incentivo a la producción de gas, identificó el gran problema del sector energético -y de toda la economía- y aclaró que Vaca Muerta no es la salvación del país aunque mantiene importancia. “El mundo va a una transición energética”, señaló.
Periodista: ¿Qué expectativa tiene del Plan Gas 4 como política energética?
Roberto Kozulj: Con este plan se intenta resolver un problema crucial con el abastecimiento. A pesar de la reducción de la actividad económica a causa de las crisis y los confinamientos por la pandemia, la Argentina en 2019 y 2020 tuvo que importar una parte gran de su gas natural, tanto de Bolivia, como de GNL. Si bien la Argentina exporta algo de gas en los meses en los que le sobra, somos importadores netos, y los precios son cerca de dos veces más caros.
P.: ¿Qué puede pasar de ahora en más con la producción de gas?
R.K.: La producción de gas convencional viene en declinación desde 2004, que pudo haber sido originada por precios insuficientes y madurez de los yacimientos. Los últimos datos muestran que se redujeron las reservas mucho más rápidamente en el caso del gas convencional. El no convencional, de Vaca Muerta, sigue siendo importante porque si bien la demanda de 2019 y 2020 fue menor que la de 2012 o 2018, tanto para generación eléctrica como consumo directo, el Plan Gas establece un mecanismo para que los precios se generen por subastas, como sucede en muchos otros países y con un precio tope por debajo del anterior sendero de precios y acorde con el mercado actual.
P.: ¿En qué favorece la compra de gas por subasta?
R.K.: Una vez privatizados los activos del sector del upstream petrolero y donde el Estado no tiene mucha capacidad de regulación de los precios en forma directa, lo que se vio en la Argentina desde 2004 en adelante, el mecanismo de subastas supone poner un precio techo, que en este momento es muy bueno para los productores de gas, y un mínimo que se fija por oferta-demanda para los sectores regulados. En este momento hay un bolsón de oferta bastante importante, con lo cual, establecer cómo las distribuidoras y Cammesa pueden adquirir el gas a menores costos resuelve en gran medida, aunque no radicalmente, el problema de los subsidios a las empresas energéticas, y la incidencia en el gasto público. Por otra parte, evita que se desfase más el precio pagado por la demanda, es decir, cuánto de ese precio que se paga por el gas ya sea para generación eléctrica o consumo directo vaya a parar a las tarifas.
P.: ¿Cómo afecta el tipo de cambio actual?
R.K.: El gran problema sigue siendo el tipo de cambio. Las referencias para todos estos precios, aunque no están dolarizados, es el dólar, y eso afecta a toda la economía y en particular a las inversiones del sector energético, a las familias y al Estado, o bien por la vía inflacionaria, donde el Estado tiene que gastar más de lo que puede recaudar, o por trasladarlo a tarifas, que hoy sería políticamente inviable. El peso de las tarifas en la incidencia de los ingresos ya es bastante elevado en la Argentina aunque no para todos los sectores por igual. (...)
Fuente: Ambito Financiero
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