Sanear la economÃa y promover estabilidad es clave para impulsar el emprendimiento
En una de sus últimas ediciones, The Economist incluye un reporte cuyo tÃtulo es: “¿El final de la inflación?â€. En casi todo el planeta la inflación ha dejado de ser un problema, e incluso modelos que hace algunas décadas repetÃamos y enseñábamos como un axioma, tal el caso de la curva de Phillips (correlación inversa entre tasa de desempleo y tasa de inflación), han perdido valor predictivo. En muchas economÃas, baja el desempleo a mÃnimos históricos y la inflación no sube. Tras la lectura del informe, como argentino me identifiqué con aquellos ciudadanos de algunos paÃses en desarrollo que todavÃa no pueden erradicar enfermedades endémicas (cólera, tuberculosis, fiebre amarilla) que en otras geografÃas ya son historia. En la región la inflación no es un problema (con la excepción de Venezuela), pero entre nosotros sigue siendo un problemón. Y no porque la economÃa convencional no proporcione remedios de eficacia probada en otras latitudes, sino por la resistencia institucional a abordar las terapias.
Luego de décadas la inflación crónica se ha institucionalizado, y aunque nos deja sin moneda, se ha transformado en un instrumento perverso de la mala polÃtica para recaudar impuestos no coparticipables gravando pasivos monetarios no remunerados sin pasar por el Congreso. El engaño de financiar un gasto insostenible para que el argentino de a pie crea que puede vivir por encima de sus posibilidades en un presente fugaz. La inflación crónica, y la consiguiente recurrencia al endeudamiento externo supletorio ya las anclas cambiarias de ocasión para evitar el desenfreno del aumento de los precios relativos, nos someten cÃclicamente a los tsunamis macroeconómicos, que hacen explotar las cuentas públicas y externas y se llevan puestos reglas de juego y compromisos contractuales. Empiezo por esta reflexión, porque creo que hay mÃnimos consensos en el nuevo gobierno electo y la mayorÃa en la oposición sobre la necesidad de desarrollar el potencial de Vaca Muerta; han transcendido incluso propuestas de leyes para promover la inversión y “blindar†a Vaca Muerta con un régimen de estabilidad tributaria y previsibilidad de reglas.
Por prueba y error podemos asegurar que el blindaje va a ser efÃmero y no va a lograr el objetivo deseable de duplicar o triplicar las inversiones en la formación, en la infraestructura y en la cadena de valor, si las señales a la microeconomÃa sectorial no están ensambladas con acuerdos básicos que despejen a futuro el horizonte de una macroeconomÃa estable en la que pesifiquemos el peso (volvamos a tener moneda) y la cuestión de pesificar las tarifas devenga una cuestión abstracta. Antes de que la tasa de riesgo paÃs se disparara a los niveles actuales los proyectos de inversión en Vaca Muerta se descontaban a tasas del 12/13%.
Pero si el paÃs exhibiera horizontes estables con in ilación controlada de menos de un dÃgito y tasas de riesgo equivalentes a las de Chile o Uruguay, los flujos se podrÃan descontar a tasas más bajas del 10/9%, y muchos proyectos que hoy no son rentables pasarÃan a serlo multiplicando las oportunidades de negocio y el volumen de inversión. La vida de Vaca Muerta depende de ingentes inversiones en capital fijo y la base de todo régimen promocional de esas inversiones debe ser consistente con la voluntad polÃtica e institucional de erradicar la inflación crónica, que, dicho sea de paso, es también clave para erradicar los lacerantes niveles de pobreza con que convivimos. (...)
Fuente: La Nación
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