
Hay que poner fin a la era de los combustibles f贸siles. Corr铆a junio de 2010 y Barack Obama, presidente de EE.UU. unidos, lanzaba este mensaje al mundo. A帽o y medio despu茅s, en su discurso del estado de la naci贸n, el actual inquilino de la Casa Blanca ve铆a las cosas de otro modo y anunciaba que su pa铆s posee reservas de gas y petr贸leo para, al menos, otros cien a帽os. Es m谩s, durante su mandato, pese a su apuesta declarada por las energ铆as renovables, la producci贸n dom茅stica de hidrocarburos ha crecido como no lo hac铆a desde los setenta, cuando Richard Nixon lanz贸 al pa铆s a conquistar una autosuficiencia energ茅tica que nunca ha podido alcanzar. El viejo sue帽o de Nixon parece ahora al alcance de la mano gracias a una roca llamada esquisto, bajo la cual se almacenan ingentes vol煤menes de gas -el denominado gas pizarra- y de petr贸leo.
Hace d茅cadas que se conoce el potencial de hidrocarburos escondidos bajo el esquisto, con campos de gas como Marcellus, en Pensilvania, el segundo mayor del planeta, pero su explotaci贸n nunca acababa de prosperar por ser cara, compleja y arriesgada. El panorama cambi贸 hace apenas una d茅cada gracias al desarrollo de la tecnolog铆a de perforaci贸n vertical a profundidades entre 3000 y 5000 metros, combinada con la t茅cnica conocida como fracking o fractura hidr谩ulica. Desde entonces se ha desatado lo que Tom Wilber, autor de Under the surface [Bajo la superficie], un libro que narra la b煤squeda del gas pizarra, define como 鈥渦na de las mayores carreras de prospecci贸n de la historia鈥.
Los datos son elocuentes. En el a帽o 2000, del esquisto proced铆a apenas el uno por ciento del gas natural del mercado norteamericano. Hoy ya cubre el 30 por ciento y es probable que en dos a帽os la superpotencia comience a exportarlo al resto del mundo a precios m谩s baratos y con menos restricciones y m谩s estabilidad de las que ofrecen pa铆ses como Argelia o Rusia, grandes proveedores de Europa. Las nuevas t茅cnicas tambi茅n se han aplicado a la extracci贸n de petr贸leo del esquisto con resultados apabullantes. Hoy en d铆a, la producci贸n en la regi贸n de Bakken, en el estado de Dakota del Norte, ya supera a la de Alaska en el ranking de la industria petrol铆fera de EE.UU.
La explotaci贸n de estos recursos anuncia un cambio dr谩stico de la geopol铆tica planetaria. As铆 lo anticipa un informe de la Agencia Internacional de la Energ铆a (AIE) que sit煤a a EE.UU. como el primer productor de crudo en 2017, superando a Arabia Saud铆 y Rusia, y calcula que en 2035, gracias a sus reservas f贸siles y a las renovables, la superpotencia ser谩 autosuficiente en materia energ茅tica. La multinacional BP estima incluso que lo conseguir谩 en 2030. Un estudio de la prestigiosa universidad de Harvard firmado por el investigador Leonardo Maugeri anticipa ya un escenario mundial en el que EE.UU. se convertir谩 pronto en el nuevo Oriente Medio en t茅rminos de producci贸n y exportaci贸n de hidrocarburos.
鈥淓l pa铆s posee m谩s de 20 grandes formaciones de esquisto con un potencial gigantesco -afirma Maugeri-. La mayor parte del gas y el crudo extra铆do de estos pozos ser谩 rentable por encima de los 50 o 60 d贸lares por barril鈥. Esto es, a la mitad de los precios actuales. Con semejante ventaja, el impulso a la econom铆a norteamericana, especialmente a la industria, ser谩 colosal. Solo en 2013 se prev茅n invertir unos 45.000 millones de d贸lares en una industria que, seg煤n dijo el propio Obama, ayudar谩 a crear 600.000 empleos en siete a帽os. Cifras que permiten entender su abrazo a los combustibles f贸siles.
Las consecuencias de este futuro poder铆o son imprevisibles. Podr铆a desmontar la alianza, hoy inquebrantable, entre Washington y Arabia Saud铆; convertir China, la gran consumidora mundial, en agente de estabilidad en Oriente Medio y aliada de pa铆ses como Venezuela o Argentina, due帽a 茅sta de las mayores reservas de gas de esquisto de Am茅rica Latina; o liberar a Europa del yugo del gas ruso. Precisamente ser铆a Rusia, creen los expertos, la gran perjudicada en este nuevo panorama, ya que EE.UU. dejar谩 de comprar gas y crudo rusos y Europa reducir谩 de forma considerable su dependencia del vol谩til grifo de Mosc煤.
La fiebre del gas pizarra, de hecho, se est谩 extendiendo por toda la UE. Polonia, Holanda, Austria, Alemania, Suecia y el Reino Unido ya realizan prospecciones y se preparan para extraer en cuanto sea posible. Y en Espa帽a hay proyectos en Pa铆s Vasco, C谩diz, Cantabria, Castilla y Le贸n y La Rioja, todos ellos, por cierto, con fuerte contestaci贸n social. Las amenazas al medioambiente son el principal freno a esta expansi贸n. Organizaciones como Greenpeace subrayan que los qu铆micos que el fracking inyecta en la roca para romperla y liberar el gas y el crudo almacenados en su interior pueden contaminar las zonas adyacentes y que la quiebra del esquisto aumenta el riesgo de terremotos.
Adem谩s denuncian el desorbitado consumo de agua que se requiere: entre 7 y 15 millones de litros por pozo, seg煤n el Departamento de Energ铆a de EE.UU. El Parlamento Europeo, en un informe sobre las repercusiones ambientales del fracking, alude a 鈥渆misiones fugitivas鈥 de metano y a sustancias radiactivas naturales existentes en el subsuelo que podr铆an aflorar a la superficie. En cuanto a los qu铆micos empleados para fracturar la roca, se advierte de que podr铆an llegar hasta los acu铆feros si las roturas en la roca sobrepasan el 谩mbito previsto o en caso de fisuras en las tuber铆as. La batalla, mientras tanto, ha llegado a las pantallas.
En 2011, Gasland (Tierra de gas), un documental demoledor contra el fracking, fue premiado en el Festival de Sundance y nominado al 脫scar, y en abril se estrena en Espa帽a Promised land [Tierra prometida), en la que Matt Damon interpreta a un ejecutivo enfrentado a ecologistas en una zona rural de Pensilvania. Los empresarios han contraatacado con Truthland [Tierra de la verdad], un documental que pretende rebatir la demonizaci贸n del sector, y en Espa帽a han creado la Plataforma Shale Gas Espa帽a para enfrentar la contestaci贸n que genera su actividad. Las preocupaciones ambientales han reducido el ritmo de expansi贸n de esta nueva industria, sobre todo en la UE, pero ante el 茅xito en EE.UU. ser谩 dif铆cil evitar que el gas natural protagonice el futuro inmediato.
El descenso de los precios en ese pa铆s, de hecho, ha hundido gran n煤mero de proyectos de energ铆a e贸lica y solar, pese a las pol铆ticas de apoyo promovidas por Obama. La transici贸n de una fuente de energ铆a a otra suele ser lenta -al petr贸leo le llev贸 casi un siglo destronar al carb贸n-, pero el gas tiene un futuro prometedor gracias a las centrales t茅rmicas -las de gas emiten un 30 por ciento menos de CO2 que el carb贸n, y un 50 menos que el petr贸leo- y a su creciente empleo como combustible para veh铆culos. No en vano la flota de coches de gas se ha duplicado en EE.UU. en los 煤ltimos cinco a帽os y en pa铆ses como Brasil ya lo utilizan casi dos millones de autom贸viles.
Fuente: Finanzas.com
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