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El dilema energ茅tico del siglo XXI

23/01/2014 | ARGENTINA | Notas Destacadas | 863 lecturas | 377 Votos



En un mundo que crece, el combustible f贸sil da seguridad, pero no sustentabilidad; hay que encontrar la diagonal entre los que subestiman el cambio clim谩tico y los que defienden un ecologismo paralizante.




Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), los ocho prop贸sitos de las Naciones Unidas sobre desarrollo humano del a帽o 2000 consensuados por m谩s de 180 pa铆ses, van a culminar en el a帽o 2015. En esa fecha ser谩n reemplazados por los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS). El desarrollo sustentable ser谩 una quimera mientras no haya una agenda global que reconcilie la seguridad y la sustentabilidad energ茅tica. Con base en el a帽o 2010, el Congreso Mundial de Energ铆a proyect贸 que la poblaci贸n mundial a fines del siglo XXI se multiplicar谩 por 1.4 (se estabiliza en 2050 en 9100 millones de habitantes), el producto bruto mundial se multiplicar谩 por 10 y el consumo energ茅tico se multiplicar谩 por tres. Los datos auguran una mejora relativa en el nivel de vida de muchos habitantes del mundo que acceder谩n a los niveles de ingreso de la clase media.

La demanda de energ铆a mundial seguir谩, por lo tanto, creciendo. Un habitante del mundo desarrollado hoy consume un promedio 14 barriles de petr贸leo por a帽o, mientras que uno del mundo emergente pobre consume s贸lo tres barriles y uno de desarrollo intermedio, seis barriles por a帽o. Una vivienda de hoy consume en promedio 40% m谩s de electricidad que una de 1970, sobre todo, debido a la incorporaci贸n de acondicionadores de aire y de los diferentes artefactos derivados de la tecnolog铆a de la informaci贸n y las comunicaciones (TIC).

Hoy, en un mundo de algo m谩s de 7000 millones de habitantes, hay mil millones de autom贸viles; la tendencia se帽ala que en 2030 habr谩 2000 millones de autos. 驴Es sostenible este patr贸n de consumo con una dieta energ茅tica que hoy depende en un 81% del petr贸leo, el carb贸n mineral y el gas natural (energ铆as f贸siles)?

Un punto de convergencia entre quienes privilegian la seguridad energ茅tica y los que plantean el condicionante de la sustentabilidad energ茅tica es la necesidad de seguir avanzando en las pol铆ticas tendientes a promover el uso eficiente de la energ铆a. La tasa de intensidad energ茅tica promedio mundial (que relaciona la unidad de energ铆a consumida con la unidad de producto econ贸mico generado) era, tres d茅cadas atr谩s, de 1; ahora es de 0.70. La productividad del uso de la energ铆a ha mejorado desde la crisis petrolera de los a帽os 70 del siglo pasado y puede seguir mejorando.

Con pol铆ticas de reducci贸n de subsidios en los precios de la energ铆a f贸sil y medidas espec铆ficas para alentar la difusi贸n y el uso de tecnolog铆as de ahorro y uso racional (en la industria, el transporte, la construcci贸n y los hogares), en dos d茅cadas la tasa de intensidad promedio podr铆a bajar de 0.7 a 0.5. Todo lo que se haga para "desenergizar la econom铆a" conviene a la seguridad y a la sustentabilidad energ茅tica.

Un punto clave de negociaci贸n es la eliminaci贸n de los subsidios a la energ铆a f贸sil que muchos pa铆ses siguen promoviendo. Esos subsidios desincentivan la eficiencia y desalientan la inversi贸n en energ铆as alternativas. Una reciente investigaci贸n del FMI que incluye 170 pa铆ses revela que los subsidios a la energ铆a en los precios finales (incluidas desgravaciones impositivas) alcanzan el 2,5% del producto mundial y el 8% de los ingresos fiscales del planeta. Ascienden a 1.9 billones de d贸lares. El 40% corresponde a econom铆as desarrolladas y un tercio adicional a los pa铆ses exportadores de petr贸leo. La eliminaci贸n de esos subsidios podr铆a reducir un 13% las emisiones de anh铆drido carb贸nico (CO2).

La eficiencia es la "fuente" m谩s barata de energ铆a porque reduce la dependencia de otras fuentes de oferta. En la selecci贸n de las fuentes de oferta se da la mayor tensi贸n entre la seguridad y la sustentabilidad energ茅tica. Los que priorizan la importancia de un suministro seguro y econ贸mico privilegian fuentes de energ铆a que satisfagan las necesidades dom茅sticas relegando alternativas m谩s responsables del cuidado ambiental. Quienes se preocupan por el aumento incesante de las emisiones de gases de efecto invernadero destacan la prioridad de "descarbonizar" la oferta de energ铆a e internalizar los costos de la emisi贸n f贸sil (impuestos, bonos verdes).

Las emisiones de CO2 (principal gas de efecto invernadero) superaron en 2013 las 400 partes por mill贸n. Eran de 356 ppm cuando se realiz贸 la cumbre de R铆o en 1992, y el Panel de Expertos de las Naciones Unidas sigue advirtiendo que deber铆an estabilizarse en 450 ppm hacia mediados de siglo para que la temperatura media del planeta no se eleve m谩s de 2潞C por encima de los registros anteriores a la Revoluci贸n Industrial. La Agencia Internacional de Energ铆a (IEA) ha calculado que si la oferta energ茅tica tiene que adaptarse a los requerimientos del l铆mite de 2潞C de aumento del calentamiento promedio global, s贸lo un tercio de las actuales reservas probadas de f贸siles (carb贸n, petr贸leo y gas) podr谩n ser consumidas, a menos que se generalice la adopci贸n de la tecnolog铆a de captura y almacenamiento de gases de carbono.

Un posible punto de convergencia entre las distintas opciones de oferta energ茅tica lo puede dar una sustituci贸n intraf贸siles de petr贸leo y carb贸n por gas natural. La revoluci贸n del shale gas, a partir de su desarrollo en Estados Unidos, ofrece una oportunidad. Los recursos no convencionales (shale oil y shale gas, arenas bituminosas, crudos pesados) han ampliado las reservas potenciales de recursos f贸siles y han desplazado los picos de producci贸n de petr贸leo y gas hacia adelante, pero su desarrollo intensivo compromete la sustentabilidad energ茅tica.

El petr贸leo de esquistos (shale oil) y las arenas bituminosas (tar sands), adem谩s de tener un balance energ茅tico neto deficiente entre la energ铆a generada y la utilizada, profundizan la "huella de carbono" con sus emisiones de CO2. El gas natural no convencional, en cambio, aun con un balance energ茅tico neto desfavorable respecto al gas convencional (5 a 1 contra 10 a 1), contribuye a mitigar los gases de efecto invernadero.

El Instituto Tecnol贸gico de Massachusetts ha destacado en una investigaci贸n reciente las ventajas del shale gas para reducir emisiones de CO2 sustituyendo carb贸n en la generaci贸n el茅ctrica. La generaci贸n a gas puede a su vez ofrecer potencia firme a las energ铆as renovables intermitentes (e贸lica, solar). Pero tampoco hay una agenda global acordada para promover la sustituci贸n de carb贸n y petr贸leo por gas como parte de una transici贸n a fuentes alternativas.

Un punto clave de esa agenda ser铆a el establecimiento de metas conducentes a la internacionalizaci贸n del mercado del gas natural. Si el shale gas permanece sometido a la 贸rbita del paradigma de la seguridad energ茅tica, su desarrollo s贸lo quedar谩 acotado a la frontera de algunos pa铆ses.

El tercer punto de una posible convergencia entre seguridad y sustentabilidad lo puede dar la revoluci贸n tecnol贸gica en la industria el茅ctrica. Hay 1200 millones de habitantes del mundo que no tienen acceso a las redes de la electricidad comercial. La inclusi贸n de estos excluidos de la energ铆a comercial puede hacerse privilegiando tecnolog铆as de generaci贸n distribuida donde las energ铆as alternativas no contaminantes ofrecen ventajas.

En el resto del universo interconectado, hay que introducir la tecnolog铆a de la informaci贸n en las redes. Las redes el茅ctricas inteligentes reducen el consumo, habilitan oferta adicional y promueven nuevos artefactos liberadores de la log铆stica de los combustibles f贸siles (autos el茅ctricos, paneles solares, celdas combustibles, etc茅tera). Otro cap铆tulo de una agenda de transici贸n.

Si el debate que divide aguas entre seguridad y sustentabilidad energ茅tica no encuentra una diagonal que aproxime posiciones, prevalecer谩n las posturas extremas. De un lado, los que niegan la influencia humana en el cambio clim谩tico y subestiman sus consecuencias; del otro lado, los que propician un ecologismo paralizante. El desarrollo sustentable (con su dimensi贸n social, econ贸mica y ambiental) implica recuperar la capacidad de transacci贸n entre las urgencias del presente y las restricciones del futuro. Todo un desaf铆o institucional para una gobernanza global entrampada en el corto plazo.

Fuente: La Naci贸n

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