
Los generadores de respaldo quedaron desactivados, lo cual privó a los reactores nucleares del agua de refrigeración. En los días siguientes ocurrieron varias explosiones que dañaron las plantas y se produjo una considerable fuga de emisiones. El accidente arrojó dudas sobre lo que hasta ese momento se había dado en llamar "el renacimiento global de la energía nuclear", que muchos consideraban imprescindible para abastecer las necesidades globales de energía. A miles de kilómetros de allí se gestaba una crisis diferente. En un pueblo de Túnez un joven vendedor de frutas, frustrado por los constantes abusos de la policía del pueblo y la indiferencia de las autoridades, se roció con combustible y se prendió fuego frente al ayuntamiento. Ese episodio y las manifestaciones que provocó corrieron como pólvora en ese país, el resto de África del Norte y el Medio Oriente.
En medio de violentas protestas colapsó el Gobierno de Túnez, y poco tiempo después cayó también el de Egipto, la región entera se vio sacudida por demostraciones contra gobiernos totalitarios y en Libia las protestas escalaron hasta convertirse en guerra civil. El precio petrolero se disparó ante la pérdida de la producción de Libia (1.750.000 bpd), pero más por la desestabilización del balance geoestratégico del Medio Oriente. Estos 2 muy diferentes pero concurrentes eventos produjeron shocks en los mercados globales y subrayaron una realidad fundamental: cuán importante es la energía para el funcionamiento del mundo. En otro tiempo y lugar, a principios de 1980, George P. Mitchell, un productor de gas y petróleo de Houston, veía que sus reservas de gas declinaban implacablemente poniendo en riesgo el cumplimiento de su contrato de suministro de gas a Chicago.
Pero estaba esperanzado por un informe geológico que hablaba de gas atrapado en rocas de gran dureza, shale rocks (lutitas o esquistos). Aunque ese gas se podía extraer, la extracción era muy difícil, costosa y no rentable. Pero Mitchell perseveró perforando en una extensa región llamada Barnett Shale. Durante décadas Mitchell Energy experimentó con diversas metodologías de fracturación y a finales de 1998 pudo romper la lutita usando una tecnología, LSF (Light Sand Fraccing). Tres décadas más tarde la perseverancia de Mitchell ha transformado el mercado de gas natural de Norteamérica. Más adelante, Mitchell combinó su LSF con la tecnología de perforación horizontal para producir gas de lutitas con gran éxito económico. El shale gas es hoy una realidad, y muy pronto Estados Unidos comenzará a exportar gas.
La revolución del shale gas se inició en Texas, pero se extendió rápidamente a Arkansas, Oklahoma, Virginia, West Virginia y Pennsylvania, y de allí saltó hasta Dakota del Norte. Allí se iniciaron esfuerzos para extender el uso de las tecnologías a la producción de petróleo. Hoy Estados Unidos es el país de más rápido crecimiento de producción de petróleo y gas en el mundo, y continuará siéndolo hasta entrados los años veinte de este siglo, cuando el nivel de producción se acercará a 20 millones de bpd. Después de su éxito en predecir el pico de producción petrolera de Estados Unidos en 1970, Hubbert lanzó un nuevo pronóstico en 1974, anunciando un pico de la producción petrolera mundial para 1995, cosa que no ocurrió. El desatino estuvo en que Hubbert no pudo anticipar el impacto de la tecnología, representado por nuevos métodos de evaluación sísmica, capacidad para perforar más profundo, avances en registros de pozos y nuevas técnicas de recuperación suplementaria de petróleo.
Cuando hace pocos años dominaba el debate el tema del peak oil y se hacían pronósticos de grandes catástrofes, recordamos la respuesta de Morris Adelman ante la pregunta del peak oil: "Para conocer las reservas finales tendríamos que tener el conocimiento final. Nadie lo tiene y nadie debe presumir que lo tiene. Necesitaríamos poder predecir con precisión el futuro de la ciencia y la tecnología". La evolución de la energía es un proceso dinámico, la humanidad siempre contará con la energía necesaria para continuar progresando y sus caminos son muy difíciles de predecir. Los casos de George Mitchell, Fukushima y la Primavera Árabe así lo demuestran.
Fuente: Analítica
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